¿Es posible que todos los bandos pierdan una guerra? Es una pregunta a la que puede contestar la guerra civil siria. En los últimos días ha aparecido un torrente de historias descorazonadoras, pero ilustrativas, entre las noticias sobre el conflicto. En la muy comentada entrevista de David Remnick, del New Yorker, al presidente Obama, éste comenta de su política siria: “Me atormenta lo que ha ocurrido”, pese a que añadió: “No me atormenta mi decisión de no entrar en otra guerra en Oriente Medio”.
La frase “entrar en otra guerra en Oriente Medio” no es del todo clara. Podría significar una invasión y ocupación totales, o podría querer decir, simplemente, que cualquier implicación apreciable supone entrar en una guerra. Para el presidente, parece ser una combinación de ambas cosas, pues prosiguió diciendo:
Resulta muy difícil imaginar un escenario en el que nuestra implicación en Siria hubiera conducido a un resultado mejor, aparte de que estuviéramos dispuestos a asumir un esfuerzo de dimensiones y alcance similares a lo que hicimos en Irak. Y cuando escucho a gente que sugiere que si tan solo hubiéramos financiado y armado antes a la oposición ahora Asad ya habría desparecido y tendríamos una transición pacífica… eso es pensamiento mágico.
Esos hombres de paja nunca andan lejos cuando habla Obama. Puede que sea “pensamiento mágico” decir que, si hubiéramos financiado antes a la oposición, Asad ya se habrá ido y habría paz. Pero los críticos del presidente no están diciendo eso; dicen que podríamos haber dado la vuelta a las cosas en contra de Asad, no que una inyección de dinero agitaría una varita mágica y lo haría desaparecer. Pero bueno, así funciona la mente del presidente, y eso ayuda a explicar por qué su política exterior es tan desastrosa. Obama no tiene paciencia ni pensamiento estratégico. Actúa como si las dificultades impidieran la victoria. Y se ha aprovechado esa debilidad estratégica.
Un par de noticias en el Telegraph británico llaman la atención sobre la laguna estratégica. El periódico informa de que Bashar al Asad calculó acertadamente la (comprensible) vacilación occidental a la hora de hacer algo que pudiera, inadvertidamente, reforzar a los terroristas islámicos en Siria:
El régimen sirio del presidente Bashar al Asad ha financiado a Al Qaeda y ha cooperado con ella en un complicado doble juego, incluso mientras los terroristas combaten contra Damasco, según nuevas acusaciones realizadas por agencias de inteligencia occidentales, rebeldes y desertores de Al Qaeda.
El Frente Al Nusra, y el todavía más radical Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), las dos filiales de Al Qaeda que operan en Siria, se han financiado mediante la venta al régimen (y a través de éste) de petróleo y gas procedente de pozos controlados por ellos, según han declarado a The Daily Telegraph fuentes de inteligencia.
Rebeldes y desertores afirman también que el régimen, deliberadamente, liberó a prisioneros radicales para reforzar las filas yihadistas a costa de las fuerzas rebeldes moderadas.El propósito de ello era convencer a Occidente de que el levantamiento estaba respaldado por radicales islamistas, entre ellos Al Qaeda, para impedir que recibiera apoyo occidental.
Las acusaciones de fuentes de inteligencia occidentales, que hablaron con la condición de permanecer en el anonimato, son, en parte, una respuesta pública a las exigencias de Asad de que las conversaciones de paz, que deben comenzar mañana en Suiza, dejen de centrarse en reemplazar a su Gobierno y pasen a a hacerlo en la cooperación contra Al Qaeda en la ‘guerra contra el terrorismo’.
Si esto es cierto (y hay una noticia posterior que le otorga credibilidad), Asad ha manipulado hábilmente a Occidente. Pero el titular de dicha noticia podría concederle demasiado crédito a los occidentales y no lograr aprender la lección que se extrae de lo que revela: “La duplicidad de Siria respecto a Al Qaeda implica que Occidente no confiará en Asad”. La duplicidad de Siria implica que no debería confiar en Asad, pero puede que, llegados a este punto, al acceder a la propuesta rusa sobre las armas químicas y al colaborar con Asad, a los líderes occidentales no les quede mucha capacidad de elección.
Y eso, en última instancia, supone que ellos -Occidente- van a perder, al quedar como unos incapaces que dicen que Asad debe irse y, al mismo tiempo, tienen a las redes terroristas prosperando en vez de a los rebeldes moderados, en parte debido a (y no pese a) la decisión occidental de no intervenir. Asad también va a perder, porque los grupos terroristas no van a estar dispuestos a renunciar a unas lucrativas propiedades en Siria, e iniciarán una guerra de desgaste contra el dirigente sirio. Si, finalmente, éste pierde, también lo hace Rusia. Los rebeldes moderados perderán por todas las razones que son evidentes, entre ellas que, básicamente, ya han perdido. Si lo pensamos, puede que, despeñes de todo, sí que haya un ganador: hasta ahora, todo juega a favor de Al Qaeda.