Contextos

Erdogan, una fantasía suní del Levante (y 2)

Por Nadim Koteich 

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"Este encuadre sectario de la naturaleza del conflicto no es algo forzado, sino un reconocimiento de su realidad, y el contexto fundamental para entender por qué los asfixiados suníes se están aferrando al liderazgo de Erdogan. En la orgía sectaria que es actualmente el Levante, ellos son, simplemente, la secta huérfana"

En menos de dos años, durante la primera década del nuevo milenio, el Levante perdió a tres grandes líderes suníes, de tres ramas políticas distintas. El iraquí Sadam Husein fue derrocado en marzo de 2003, capturado en diciembre de ese mismo año y ejecutado al siguiente. El líder palestino Yaser Arafat murió (muchos palestinos y otros árabes creen que fue asesinado) en noviembre de 2004. Y el libanés Rafiq Hariri fue asesinado en febrero de 2005.

El vacío que creó la muerte de estas megafiguras suníes se acentuó por el creciente influjo sectario de Irán en Irak, el Líbano y Palestina, y más recientemente en Siria, donde las milicias chiíes respaldadas por Teherán ocupan literalmente Damasco, la capital histórica de la dinastía suní de los Omeyas.

Este encuadre sectario de la naturaleza del conflicto no es algo forzado, sino un reconocimiento de su realidad, y el contexto fundamental para entender por qué los asfixiados suníes se están aferrando al liderazgo de Erdogan. En la orgía sectaria que es actualmente el Levante, ellos son, simplemente, la secta huérfana.

Quedan dos líderes suníes en la región que carecen de la voluntad o el deseo (o ambas cosas) de proyectar su poder más allá de sus fronteras nacionales. Fue el rey Abdalá II de Jordania quien, en una entrevista en 2004 con el Washington Post, acuñó la expresión “media luna chií” para referirse a la creciente influencia de Irán en la región y sus peligros. Sin embargo, se ha mantenido al margen de la contienda, prefiriendo no librar la importante batalla contra su propia caracterización del problema. En cuanto al ex primer ministro del Líbano Saad Hariri –hijo de Rafik– se encuentra incapacitado por circunstancias públicas y privadas que le impiden restablecer el liderazgo de su padre sobre los suníes del Líbano (y, hasta cierto punto, de Siria).

Si hay algún otro lugar donde lo tienen más difícil es Irak. Desde la guerra de 2003, no ha surgido ninguna figura o partido suní que hable en nombre de los suníes, salvo los terroristas del ISIS. El hecho terrible es que el Gobierno central de Irak ha destruido sistemáticamente las comunidades suníes. Distritos enteros han sido vaciados y grandes ciudades suníes destruidas con el pretexto de la lucha contra el terrorismo.

Incluso cuando las tribus suníes de Irak conformaron el Despertar de Al Anbar, en septiembre de 2006, y lucharon contra Al Qaeda y la derrotaron, fueron recompensadas con el olvido y la marginación por parte del Gobierno, predominantemente chií, de Bagdad. Esto se hizo sin la menor sutileza, cualidad que el ex primer ministro de Irak Nuri al Maliki parecía despreciar. Un día después de la retirada definitiva de EEUU de Irak, una comisión de investigación iraquí conformada por cinco jueces, el Tribunal Penal Central de Irak, dictó una orden de arresto contra el entonces vicepresidente Tariq al Hashimi en virtud del artículo 4 de la ley antiterrorista del país. Al Hashimi es un político suní que ha sido secretario general del Partido Islámico Iraquí, filial de los Hermanos Musulmanes. En consecuencia, huyó al Kurdistán iraquí y después a Ankara, donde vive desde abril de 2012.

De hecho, Turquía ha dado cobijo a muchos otros políticos suníes, como Osama al Nuyaifi y el jeque Hariz al Dari, presidente de la Asociación de Académicos Musulmanes, que se opuso firmemente tanto a la ocupación estadounidense de Irak como a las políticas sectarias de Bagdad. Al Dari murió en Estambul el 12 de marzo de 2012.

Por otra parte, el papel cada vez más activo de Arabia Saudí en la región se centra en un conjunto diferente de prioridades estratégicas, especialmente en el Yemen y Baréin, y no llega a cubrir el vacío de liderazgo en el Levante.

Egipto, tradicional potencia regional, está luchando por recuperarse de las consecuencias de una revolución y un híbrido de revolución y golpe, por no hablar de su grave situación económica y la feroz batalla contra el terrorismo en el Sinaí. En lo que respecta a la proyección de poder fuera de sus fronteras nacionales, Egipto, como Arabia Saudí, está centrado en sus propias prioridades, especialmente en Libia.

El sultán salvador

De ahí la nostálgica fantasía levantina con Turquía y su liderazgo suní, por la que en Irak se conjura a un nuevo Solimán el Magnífico para que libere la tierra de los dos ríos [el Tigris y el Éufrates] de la ocupación de los chiíes safávidas y reconstruya la mezquita del imán Abu Hanifa en Bagdad. Mientras, los sirios, de manera similar, ven a otro sultán, Selim I, en la batalla de Marj Dabiq, en Alepo, venciendo a los mamelucos, aliados de los safávidas.

Los libaneses, por su parte, fantasean con un Erdogan que contrarreste a Hezbolá, mientras que los palestinos siguen celebrando el momento, emitido en directo por televisión, en que abandonó furioso un encuentro en Davos con Simón Peres, o el barco Mavi Marmara, enviado por Ankara para romper el cerco de Gaza.

En todo lo anterior, la fantasía erdoganista es una mera sustituta de su liderazgo perdido. Pero la fantasía es sólo fantasía, y su relación con la realidad carece mayormente de fundamento.

La relación de Erdogan con Irán es estratégica. Los bancos turcos ganaron miles de millones de dólares actuando como puerta trasera del sector bancario iraní durante los años de las sanciones internacionales contra Teherán. Erdogan mejoró sus relaciones con Israel, el archienemigo de los palestinos, y con Rusia, el paraguas bajo el cual Asad está destruyendo Alepo, capital de la revolución siria. Para más inri, Turquía está sopesando la idea de una especie de reseteo de su postura sobre Siria.

Entre tanto, se deja al Levante pudrirse, mientras fantasea con Erdogan.

© Versión en inglés: NOW
© Versión en español: Revista El Medio