Contextos

El 'problema' de los colonos

Por Eli Cohen 

maale-adumim
"Los judíos israelíes encuestados siguen dispuestos a hacer sacrificios por la paz. Es básicamente lo que se extrae de las preguntas sobre qué hacer en Cisjordania: un 38% opina que hay que congelar parcial o totalmente la construcción de asentamientos, y otro 35% se muestra favorable a concentrar los esfuerzos económicos en los grandes bloques, sin crear otros nuevos. Un 52% está a favor de una retirada parcial o total, y un 12% de mantener el statu quo. Un 71% estaría dispuesto a evacuar las colonias (todas, sólo algunas o sólo las ilegales) para terminar con el conflicto"

A raíz de la más reciente entrega de la encuesta anual de la Universidad de Ariel, que ha utilizado como muestra a ciudadanos judíos de Israel que viven dentro de la Línea Verde –es decir, no se ha consultado a colonos ni a árabes–, podemos extraer varias conclusiones interesantes sobre algunos de los aspectos clave de la vida política israelí.

Con el epicentro de la encuesta situado en Judea y Samaria –Cisjordania o Margen Occidental, depende de las preferencias de cada uno–, en lo que suponen las colonias para el proceso de paz con los palestinos y en qué hacer con los colonos en los próximos años, los resultados apuntan a que los israelíes se han asentado en el escepticismo. Algo que ya confirmaron las elecciones del pasado 22 de enero.

Como apuntó Daniel Gordis, tras la Segunda Intifada el mantra de la izquierda de “Tierras por paz” quedó enterrado junto a los escombros dejados por los atentados suicidas. Posteriormente, la desconexión unilateral de Gaza (2005) y la utilización de la Franja por parte de Hamás y la Yihad Islámica como lanzadera de cohetes y misiles vinieron a sepultar definitivamente la idea. Hoy, los israelíes desconfían del liderazgo palestino, de su respuesta violenta y negativa a cada iniciativa de paz. En este sentido, la encuesta revela que un 33% cree que una solución de dos Estados no cambiaría en nada la situación.

Aun así, pese a lo dramático y enquistado del conflicto, los judíos israelíes siguen dispuestos a hacer sacrificios por la paz. Es básicamente lo que se extrae de las preguntas sobre qué hacer en Cisjordania: un 38% opina que hay que congelar parcial o totalmente la construcción de asentamientos, y otro 35% se muestra favorable a concentrar los esfuerzos económicos en los grandes bloques, sin crear otros nuevos. Un 52% está a favor de una retirada parcial o total, y un 12% de mantener el statu quo. Un 71% estaría dispuesto a evacuar las colonias (todas, sólo algunas o sólo las ilegales) para terminar con el conflicto.

Los datos de la Universidad de Ariel vienen a coincidir con otros precedentes. Así, el Harry Truman Peace Research Institute encontró en 2010 que el 71% de los israelíes estaba de acuerdo con la solución de dos Estados. En 2011, según una encuesta de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el 58% de los israelíes y el 50% de palestinos se mostraba de acuerdo con la misma opción, tal y como fue planteada en Camp David II. En enero de este año una abrumadora mayoría de israelíes se declaró a favor de cortar el grifo al gasto del Gobierno en las colonias. Además, según una encuesta del Pew Research Center del pasado mes de mayo, el 42% de los israelíes opina que seguir construyendo en las colonias daña la seguridad del país.

Akiva Eldar, antiguo columnista de Haaretz, utiliza los datos de la encuesta de la Universidad de Ariel a su antojo y en el análisis que hace en Al Monitor aprovecha para desear una escisión del Likud y proclamar que Israel está virando a la izquierda. Lo que Eldar especula es que el hecho de que la aristocracia del Likud, antaño en contra de cualquier retirada de Judea y Samaria, ahora acepte la solución de dos Estados es un signo evidente del viraje político del país. Moshé Boogie Yaalón, actual ministro de Defensa, sería, según Eldar, el líder que rompería Likud para conformar un partido de extrema derecha que estaría en contra de cualquier acuerdo con los palestinos en lo que concierne a Judea y Samaria. Es cierto que Boogie es el típico halcón israelí, y que desconfía de una paz con los palestinos, pero como él ha habido muchos desde los inicios de Israel y aun así el Estado judío ha estado dispuesto a negociar la paz con sus vecinos árabes y con los palestinos constantemente. Fue precisamente el Likud, y con uno de los políticos más duros de la historia de Israel, Menahem Begin, el que alcanzó el primer acuerdo estable con los árabes: la paz con Egipto de 1979.

Pero las conclusiones de Eldar solo responden a deseos personales. De entrada, el columnista llega a estas conclusiones sin contar ni al medio millón de colonos que viven más allá de la Línea Verde ni al casi millón y medio de árabes del país, que no han sido tenidos en cuenta para la encuesta y que, aunque le pese a Eldar, también son israelíes. Una vez más, vemos lo fácil que es utilizar las cifras de forma interesada.

Si Israel estuviera virando a la izquierda, la laborista Shelly Yachimovich estaría en el Gobierno, no habría hecho de las protestas sociales de 2011 su principal claim electoral y su partido no habría rozado la desaparición parlamentaria en 2009. En lo referente al conflicto con los palestinos, los israelíes, en todo caso, se han establecido en la posición de la que siempre ha hecho bandera el actual primer ministro, Benjamín Netanyahu: paz por seguridad, en lugar de paz por territorios.

En este orden de cosas, es menester recordar que la cuestión de los colonos no es un asunto monocolor. Los colonos no son un ente homogéneo. Hay tantos tipos de colonos como colonias: desde los jóvenes iluminados que se van a una colina con lo puesto hasta los inmigrantes rusos que se mudaron a Ariel o Efrat por razones económicas, pasando por el religioso sionista que, llegado el caso, se resistirá a que su Ejército lo evacue de su casa. Ciertamente, todos los Gobiernos israelíes desde 1967 han ofrecido facilidades para vivir más allá de la Línea Verde, pero también han dejado claro que la situación de las colonias no es estable y está sujeta a “concesiones dolorosas”.

En la última gran propuesta de paz israelí, ofertada por Ehud Olmert en 2008 en Ginebra, Israel ofreció el 100% del territorio a los palestinos. Los bloques de colonias que ya son prácticamente ciudades, como Betar o Maalé Adumim, quedarían bajo soberanía israelí, y a cambio Israel daría tierra israelí a los palestinos en la misma proporción, incluyendo un pasillo entre Gaza y Cisjordania. Son los famosos land swaps que el mismo Obama ha apoyado repetidas veces.

En contra de lo que se puede leer en cualquier periódico europeo, los colonos no son el principal problema para la paz. Si lo fueran, Israel habría sufrido ya dos guerras civiles. Una en 1979, cuando Ariel Sharón sacó a punta de fusil a los colonos del Sinaí, y otra en 2005, cuando Ariel Sharón volvió a hacer lo mismo con los colonos de Gaza. Por otro lado, como refleja en este informe el Jerusalem Center for Public Affairs, muchos israelíes piensan que las colonias no son ilegales.

Aunque anhelemos la paz, no debemos dejar de lado ciertas cuestiones indudables: Cisjordania nunca fue Palestina, porque Palestina como Estado árabe nunca ha existido, es un territorio en disputa que fue arrebatado por Israel a Jordania, que ocupó el territorio desde 1949 hasta 1967 sin hacer nada por favorecer una autonomía palestina en la zona. Y, dado el caso de la creación de un Estado palestino, ¿por qué no van a poder vivir judíos de forma segura bajo un Gobierno palestino? Si el eventual Estado palestino debe ser democrático y libre, ¿por qué no hacen lo mismo que Israel, que tiene un 20% de ciudadanos árabes con todos los derechos y obligaciones democráticos? Maen Areikat, en las postrimerías del primer envite de Abás en la ONU, lo dejó claro: dicho Estado sería Judenrein.

El principal problema, pues, ha sido la violencia terrorista y el inmovilismo palestino. Arafat no aceptó Camp David II porque, entre otras cosas, pensó que abandonar los mitos de lucha y sangre y ponerse a administrar un país sería una empresa tediosa –por no hablar de que los de Hamás le darían el mismo destino que tuvo Anuar el Sadat por hacer la paz con Israel–. La transición en el liderazgo palestino no se ha llevado a cabo. Ahora mismo se debate entre un liderazgo corrupto de Al Fatah y el integrismo de Hamás y la Yihad Islámica. Si se potencia a la juventud palestina moderada y se les da voz –en este sentido, proyectos como NewPal parecen muy interesantes y esperanzadores–, la paz será posible.

Mientras tanto, los israelíes siguen dispuestos a sentarse en la mesa de negociaciones. Como reveló el Peace Index de la Universidad de Tel Aviv, un 62,5 % de judíos israelíes se muestra a favor de continuar el proceso de paz con los palestinos.