Es de una ironía escalofriante: el 11 de septiembre conmemoramos la muerte de 3.000 inocentes, cuyas vidas fueron arrebatadas en el peor atentado cometido en nuestra patria. Y, justo al mismo tiempo, nuestro presidente y una minoría del Congreso están a punto de lograr que se apruebe un acuerdo que proporcionará cientos de miles de millones de dólares y camino expedito a las armas nucleares al mismo régimen iraní que planeó y facilitó el horror perpetrado en nuestro territorio el 11 de septiembre de 2001. En vez de aprender de nuestra reciente y dolorosa historia, estamos a punto de firmar un acuerdo que conducirá a más 11-S.
Durante todo este verano, mientras el Congreso ha estado revisando el acuerdo nuclear, nadie ha mencionado siquiera la complicidad de Irán en el 11-S. Debemos contemplarla ahora.
El papel decisivo de Irán en los atentados del 11-S fue expuesto detalladamente en las conclusiones del Tribunal del Distrito en el caso Havlish vs. Ben Laden y otros, una demanda presentada por las víctimas del 11-S contra Al Qaeda, la República Islámica de Irán, Hezbolá y diversas entidades iraníes o respaldadas por Irán. El caso supuso la culminación de años de investigación originada a raíz de la información revelada inicialmente por la comisión del 11-S. La abrumadora evidencia de la complicidad iraní incluía el testimonio de expertos y de un informante que había sido alto cargo del régimen iraní, además de diversos documentos condenatorios, como un memorando de mayo de 2001 en nombre del líder supremo iraní, Alí Jamenei, en el que se discutían informaciones sobre el entonces próximo atentado de Al Qaeda.
Irán comenzó a planear el 11-S ya a mediados de los 80. En esa época los líderes iraníes crearon una fuerza terrorista compuesta por miembros de élite de la Guardia Revolucionaria (CGRI) y del servicio secreto (MOIS) para planear ataques no convencionales contra Estados Unidos. La fuerza terrorista iraní trazó el plan para estrellar aviones Boeing de pasajeros contra el World Trade Center, el Pentágono y la Casa Blanca, además de otros planes para atentar contra la red eléctrica estadounidense y para atacar el país con bombas sucias.
Irán tituló a esos planes Shaitan dar Atash, que en farsi quiere decir “Satán en llamas” o “Satán en el infierno”. Según el régimen iraní, Estados Unidos es Satán.
Al Qaeda se unió a Irán para planear el 11-S al menos una década después de que la fuerza terrorista diseñara el plan. En 1993 los líderes de AQ, Osama ben Laden y Aymán al Zawahiri, se reunieron con el cerebro terrorista iraní, Imad Mugniyah, autoridades del régimen y oficiales de la Guardia Revolucionaria en Jartum (Sudán) para establecer una alianza entre Irán, Hezbolá y Al Qaeda de cooperación y apoyo mutuo en actividades terroristas. La alianza tripartita colaboró para perpetrar una serie de atentados contra Estados Unidos durante los años 90, entre ellos los cometidos contra las torres Khobar, las embajadas estadounidenses en Kenya y Tanzania y el U.S.S. Cole.
Entre otras cosas, Irán compró un simulador de vuelo de un Boeing 757-767 para entrenar a los terroristas del 11-S.
Irán y su peón, Hezbolá, también prepararon el viaje de los terroristas, les proporcionaron visados y pasaportes y los acompañaron en vuelos. Asimismo, organizaron campamentos de entrenamiento para terroristas de Al Qaeda, que incluían unas instalaciones aparte para los miembros saudíes de la organización.
Además, tras el 11-S Irán ayudó a las familias de los líderes operativos de Al Qaeda, incluidos los hijos de Ben Laden, a huir de Afganistán. Irán les dio refugio en el país, que AQ empleó entonces como base de operaciones para dirigir atentados contra las tropas estadounidenses en Irak. Cientos de norteamericanos murieron en esos atentados.
Como señaló el tribunal del caso Havlish, basándose en una declaración de prensa del Departamento del Tesoro estadounidense de 28 de julio de 2011, la Administración Obama llegó a la conclusión de que Irán había ayudado materialmente a Al Qaeda facilitando el transporte de dinero y terroristas.
Aparte del 11-S, Irán planeó otros atentados en suelo estadounidense. En 2011 el régimen fue sorprendido cuando intentaba contratar a un cártel mexicano de la droga para que asesinara al embajador saudí (en un restaurante en el que habrían muerto norteamericanos inocentes) y para atentar contra las embajadas saudí e israelí en Washington D.C.
Si el Congreso no vota en contra del acuerdo con Irán, es probable que Norteamérica sufra muchos más atentados, peores incluso que el horror que sufrimos hace 14 años. Sin duda, Irán empleará al menos una fracción de los cientos de miles de millones que recibirá conforme al acuerdo para llevar a cabo más planes de “Satán en llamas”.
Tenemos muy poco tiempo antes de que el Congreso vote el acuerdo. Cada uno de nosotros debe rogar a cada senador y a cada congresista que vote en contra del mismo. Debemos recordar al Congreso el papel destacado de Irán en los terribles atentados del 11-S cometidos en nuestro país. No podemos permitirnos proporcionar a Irán los medios para que nos vuelva a atacar.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio