La ofensiva de seducción desplegada por Irán está ya rindiéndole dividendos diplomáticos, pero su Líder Supremo está enviando señales de que ya ha empezado a cancelar el supuesto inicio de negociaciones diplomáticas respecto a la cuestión nuclear. El ministro de Exteriores iraní declaró el martes a un periódico afín al régimen que el gran ayatolá Alí Jamenei no estaba demasiado contento con el favorito de Occidente, Hasán Ruhaní, debido a la conversación telefónica que mantuvo con Barack Obama, así como por su reunión del mes pasado en Nueva York con el secretario de Estado, John Kerry. Jamenei, el auténtico gobernante de Irán, cree, al parecer, que el ministro de Exteriores, Javad Zarif, y Ruhaní se excedieron en sus funciones durante las conversaciones, pese a que ninguno de ellos hiciera muchas concesiones a los líderes norteamericanos, quienes parecían desesperados por aprovechar la oportunidad de reanudar las conversaciones con el régimen islamista.
Puede discutirse cuál es el significado exacto de la señal de Jamenei a los supuestos moderados, pero repite una pauta familiar: Irán engaña a Occidente para que pierda el tiempo con gestiones diplomáticas, sólo para que luego deje claro que no hay trato a la vista. Pese a ello, las naciones occidentales siguen aumentando su disposición a creer en la supuesta promesa de moderación por parte de Ruhaní. Gran Bretaña parece estar renovando sus lazos diplomáticos con Irán, dos años después de romper relaciones tras un atentado contra su embajada en Teherán. Y, sorprendentemente, Naciones Unidas ha nombrado al infractor nuclear informador especial del Comité sobre Desarme y Seguridad Interna de su Asamblea General.
Estos acontecimientos, sumados al panorama que dibuja el ansia de la Administración Obama por dar otra oportunidad a las relaciones con Irán –lo que conduciría a más meses de negociaciones–, muestran cuánto ha conseguido Ruhaní con un despliegue de encanto, al que es poco probable que Jamenei le permita dar frutos en forma de verdaderos avances en la cuestión nuclear.
Puede que parezca que la señal que indica que Jamenei no va dejar que Ruhaní llegue muy lejos va en contra del sentido común, después de todo lo que se ha dicho acerca de lo mucho que ha logrado ya el nuevo espíritu iraní. Pero cuadra si consideramos que las posturas del propio Ruhaní respecto a la cuestión nuclear se diferencian en poco de las de Jamenei, pese a los intentos de los occidentales por convencerse de lo contrario. Como Jeffrey Goldberg escribió el lunes en Bloomberg, Ruhaní “está orgulloso del trabajo que ha realizado en pro del avance del programa nuclear de su país, y de sus esfuerzos por obstaculizar los intentos occidentales de frenar esa tarea”.
Goldberg señaló el anterior papel de Ruhaní, engañar a Occidente en las negociaciones nucleares, de lo que se jactó a comienzos de este año. Pero lo falso de la moderación del nuevo presidente iraní, puesto de manifiesto ante la ONU, aún no ha calado en la Administración Obama ni en sus aliados occidentales, aunque no es que estos hechos sean precisamente un secreto. Sin embargo, pocos parecen hacer caso de estas advertencias o de las del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien el pasado martes volvió a decir que cualquier acuerdo con Irán deberá garantizar el fin de su programa de enriquecimiento de uranio y el de su programa de plutonio.
Los negociadores occidentales han estado ofreciendo a Irán acuerdos que le permitirían proseguir con su programa nuclear durante años, pero Teherán ha preferido siempre conservar su capacidad para construir un arma antes que aceptarlos y acabar así con las sanciones económicas. El despliegue de seducción de Ruhaní hace que Occidente esté dispuesto a repetir esta farsa, incluso pese a que Jamenei esté dejando claro que nunca renunciará a las ambiciones nucleares del régimen.
La conclusión es que, mientras Occidente negocia consigo mismo para reforzar a los moderados iraníes frente a los supuestos radicales, el régimen está ganando tiempo para acercarse más a sus objetivos en materia nuclear. Pese a que Jamenei y Ruhaní parezcan tener fines diferentes, trabajan juntos para avanzar en su programa nuclear. Lo único que queda por saber es cuánto tardará Obama en darse cuenta.