«Envenenad su comida, seguidlos a sus casas y barrios, destruid sus hogares con bombas si podéis», clama Abu Osama al Misri, jefe del Estado Islámico en el Sinaí, filial egipcia de la organización del califa Bagdadi, en un audio difundido en una página del propio EI.
El expresidente islamista Mohamed Morsi, derrocado por los militares en julio de 2013, ha sido condenado a muerte esta misma semana por la fuga masiva de presos registrada en enero de 2011 y de la que él mismo fue beneficiario.
El líder supremo de la República Islámica ha rechazado cualquier posibilidad de que las inspecciones para supervisar el cumplimiento de un futuro acuerdo incluyan encuentros con los técnicos de su programa atómico.
En un discurso televisado, Jamenei ha sentenciado: «Irán no permitirá el acceso a sus científicos». Washington ya ha mostrado su preocupación por estas palabras.
Según un funcionario de la Administración norteamericana, «la Casa Blanca está dispuesta a pagar un alto precio para conseguir un poco de tranquilidad con los israelíes en este aspecto». El paquete de compensación podría incluir aviones de combate F-35 y baterías para los sistemas de defensa antimisiles de Israel.
El líder del grupo tribal chií, Abdel Malek al Huzi, afirma ahora que la única solución para la crisis yemení es «mantener conversaciones en un país neutral con el auspicio de la ONU».
Los huzis rechazaron la semana pasada sentarse a la mesa de negociaciones en un encuentro organizado en Riad.
El secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, ha anunciado que las conversaciones darán comienzo en Ginebra el próximo 28 de mayo.
Los combates se han producido en Bengasi y Misrata, dos de las mayores ciudades del país, y en ellos han resultado heridos también 40 soldados. En Bengasi, nueve soldados han muerto combatiendo a los terroristas de Majlis al Shura, una organización que alberga a numerosos grupos yihadistas, incluido Ansar al Sharia, responsable del asesinato del embajador norteamericano en 2012.