Revista de Prensa

¿El Donald Trump israelí?

 

Erel Margalit.

A Erel Margalit, aspirante a dirigir el Partido Laborista israelí, se le compara con el candidato republicano a la Casa Blanca. Sin embargo, el analista de The Jerusalem Post Gil Hoffman pone de manifiesto importantes diferencias entre ambos en esta pieza donde, por otro lado, Margalit apuesta por un cambio en las relaciones EEUU-Israel.

Para atraer la atención a su campaña, Margalit ha publicado vídeos en los que denuncia los problemas del país, con especial atención en el extremismo de derechas. Y encabezó una manifestación anti-Netanyahu con la pancarta “¡Devuélvenos el país, maldita sea!”.

Puede que esté lejos de ser Trump, pero Margalit tiene también un consejo para la virtual nominada demócrata Hillary Clinton, que competirá con Trump en las elecciones estadounidenses. (…) “Necesita nuevas ideas para Oriente Medio”, dice Margalit. “Israel y su Administración necesitarán concebir un proyecto positivo para la región, que no hemos tenido hasta ahora. Israel debería plantearse una cosmovisión que no establezca una dicotomía entre árabes y judíos, sino entre extremistas y quienes quieren combatirlos. Esta visión tiene que exponerse de manera considerable”.

El Interdisciplinary Center Herzliya llevó a cabo una simulación académica sobre lo que puede pasar en Oriente Medio tras la derrota del Estado Islámico. Los participantes apostaron por un desarrollo pacífico de la región y una mejora de su estabilidad. Sin embargo, advierte el doctor Reuven Berko, no cuentan con el potencial destructivo de Hamás.

Hamás continuará preparándose para destruir Israel y seguirá presentando a la Autoridad Palestina como corrupta y traidora. Se acercará al abismo, tomará rehenes israelíes para liberar prisioneros palestinos y reclamará la ayuda financiera que le han prometido. De hecho, Hamás está en una encrucijada. Por un lado, quiere escapar de su imagen ‘islamista’, pero también cultivará su capacidad militar y su reputación como un actor impredecible, capaz de comprometer a los líderes árabes desatando un conflicto. En tal escenario, Hamás pintará a los regímenes árabes como colaboradores con los “cruzados” y sionistas, que asesinan a los palestinos en Gaza.

Hamás seguirá pintando a la Autoridad Palestina como una entidad corrupta dispuesta a rendir la “Palestina ocupada” y no le permitirá poner un pie en Gaza. Este es el escenario. Ahora, a esperar a que se caiga a pedazos.

Eugene Kontorovich, de la Northwestern University Pritzker School of Law, explica por qué la medida adoptada por el gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, que prohíbe a las agencias del Estado contratar con empresas que boicotean a Israel no es un ataque a la libertad de expresión.

Los boicots a Israel, dirigidos contra todos los empresarios de [ese] país, tienen la característica clave de la discriminación no permisible: quiebran el negocio de particulares y empresas no por sus conductas, sino en función de quiénes son.

Los activistas del boicot (cuando hablan en buena sociedad) afirman que simplemente se oponen a las políticas gubernamentales. Pero no es el Gobierno israelí el blanco del boicot, sino todos los que tienen alguna conexión con Israel. Además, en la práctica sólo se dirigen contra los negocios y los individuos no árabes.