Se suponía que el acuerdo nuclear con Irán al que se llego este verano inauguraría una nueva era en las relaciones irano-estadounidenses. Los defensores del acuerdo hablaban con optimismo de un régimen que se moderaría, se abriría a los negocios y, en general, se convertiría en una fuerza regional más constructiva que en el pasado. En realidad, de no ser así el acuerdo no tenía mucho sentido: ¿para qué inyectar cientos de de miles de millones de dólares en Irán y ponerlo al borde de la capacidad armamentística nuclear en una década si seguía empeñado, vaya, en el “muerte a América”?
Así pues, ¿cómo marchan las promesas que auguraba el acuerdo con Irán? No demasiado bien, como se ven obligados a reconocer incluso los editores del New York Times, fervientes partidarios del acuerdo. En un editorial publicado el pasado día 6 escribían:
La reacción antiamericana en Irán tras la firma del acuerdo nuclear se ha vuelto tan fuerte que un empresario irano-estadounidense de Teherán la compara a una caza de brujas. Por muy alarmante que sea esto, la reacción probablemente irá a peor.
No resulta difícil encontrar muestras de esta reacción. Como señala el Times, en los últimos días el Estado
ha detenido a varios personajes importantes, entre ellos a Isa Saharjiz, un conocido periodista y reformista; a Ehsan Mazandarani, editor en jefe de un periódico reformista, ‘Farhijtegan’; y a Afarin Chitsaz, actriz y columnista. Otros arrestos por motivos políticos son los de Siamak Namazi, un consultor irano-estadounidense famoso por su defensa de una mejor relación con Estados Unidos, y Nizar Zaka, un experto en informática libano-estadounidense. Desde antes incluso del acuerdo nuclear, otros tres irano-estadounidenses languidecen en prisión: Jason Rezaian, corresponsal en Teherán del ‘Washington Post’, Amir Hekmati y Said Abedini.
El Times, muy convenientemente, culpa de estas medidas a los radicales de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria, que supuestamente están enfrentados al presidente moderado, Hasán Ruhaní. Pero incluso el NYT tiene que admitir en quién recae la responsabilidad última:
El Líder Supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, está alentando la represión. Permitió que el acuerdo nuclear saliera adelante, pero desde entonces ha acusado a Estados Unidos de ser el principal enemigo de Irán y ha advertido de la que según él es la intención de Norteamérica: infiltrarse en Irán y atacar las raíces revolucionarias del país.
No servirá de nada sugerir que hay una lucha de poder entre moderados como Ruhaní y radicales como Jamenei. Por mucho que Irán quisiera fingirlo, no es una democracia. Ruhaní sólo tiene el poder que el Líder Supremo –la voz de Alá en la tierra– esté dispuesto a concederle. Jamenei es quien tiene la sartén por el mango y no ha dado señal alguna de ir a convertirse en un ayatolá más amable y moderado. Si había alguna duda al respecto, esta semana lo dejo claro cuando, durante la conmemoración del asalto a la embajada de Estados Unidos en 1979, declaró:
El slogan ‘muerte a América’ está respaldado por la razón y la sabiduría.
Y si bien es posible que Ruhaní este preocupado por la detención de irano-estadounidenses que trataban de abrir Irán a los negocios, no ha dicho ni pío en contra de la constante ansia de poder de su país en la región, ni de sus pruebas de un misil balístico capaz de llevar una cabeza nuclear, Lejos de moderar su apoyo al terrorismo tras el acuerdo, Teherán ha reforzado su respaldo al régimen asesino de Bashar al Asad. Al parecer, actualmente hay miles de efectivos iraníes que combaten junto a peones de Teherán, como Hezbolá, para mantener a Asad en el poder. Varios oficiales de alta graduación de la Guardia Revolucionaria han muerto en Siria.
El editorial del New York Times se negaba tenazmente a extraer conclusiones de estas alarmantes tendencias. Ello se debe a que las consecuencias no son plato de gusto para los partidarios del acuerdo iraní. Los recientes acontecimientos sugieren que Irán no va camino de modificar, en lo esencial, su orientación antinorteamericana, antioccidental y antiisraelí. Pero pronto tendrá muchos más recursos para poder llevar a la práctica sus peligrosos planes.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio