Abed Almaala, miembro de la Coalición Opositora Jordana, hace aquí un duro alegato contra la campaña de boicot contra Israel. Según Almaala, los ataques al Estado judío perjudican a los pueblos de Oriente Medio, que necesitan a Israel como un factor de desarrollo y estabilidad.
Seré claro: el BDS [Boicot, Desinversiones y Sanciones] es un acto insensato de odio que amenaza la seguridad y estabilidad no solo de Israel, también de mi país, Jordania, y de todo Oriente Medio.
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El BDS dice que va contra Israel porque oprime a los palestinos. Si eso es así, ¿por qué nunca ha ido contra el Gobierno jordano, que oprime y destruye las vidas de la mayoría de los jordanos de origen palestino y hace que mi propio pueblo, los beduinos jordanos, pase hambre?
¿Por qué el BDS nunca ha boicoteado al Líbano, donde a los palestinos se les prohíbe trabajar como taxistas? ¿Por qué no boicotea a Siria, donde el presidente Bashar al Asad ha asesinado a miles de palestinos en el campo de Yarmuk?
Miembros del BDS, admítanlo: ustedes son racistas y antisemitas.
El derrumbe de Estados árabes tan importantes como Irak, Libia, Siria o el Yemen revela la debilidad de fondo del orden político surgido tras la I Guerra Mundial, sostiene Efraim Inbar, director del Begin-Sadat Center for Strategic Studies (BESA), que considera que Occidente tiene muy poco margen de maniobra para cambiar tal estado de cosas.
El aumento en el número de Estados fallidos, caracterizados principalmente por la pérdida del monopolio del uso de la fuerza, comenzó antes de la Primavera Árabe. El Líbano, Irak, la Autoridad Palestina y Somalia fueron los primeros ejemplos. Esta tendencia se intensificó con la debilidad de los Gobiernos centrales en Libia, Siria y el Yemen. Esos Estados fueron transformados en vastos campos de batalla, con presencia de muchas milicias caracterizadas por su falta de inhibición a la hora de usar el terror para alcanzar objetivos políticos.
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Occidente puede hacer poco para cambiar esta situación. El cambio debe venir de dentro. El ambicioso intento de ‘arreglar’ Irak y Afganistán, que costó inmensas cantidades de sangre y dinero, acabó en fracaso y muestra los límites de la ingeniería política. Una región atrapada en tendencias históricas como las experimentadas por los Estados árabes no puede cambiar fácilmente.
Esto implica que los malos vientos que vienen de Oriente Medio soplarán sobre el mundo durante varias décadas, como mínimo. Occidente debe digerir este crudo diagnóstico y adaptarse. Lo que conllevará un cambio radical en la visión estratégica occidental y en las políticas antiterroristas.
Mayid Rafizadeh, académico estadounidense de origen iraní y presidente del International American Council, desgrana en este artículo para Al Arabiya los motivos por los que el régimen de los ayatolás dedica tantos esfuerzos a fomentar la creencia popular en la existencia de una gran amenaza exterior.
Los enemigos son muy útiles como chivos expiatorios (….) Sin un enemigo, ¿cómo van a justificar los líderes iraníes el aplastamiento de la oposición? Sin un enemigo existencial, ¿cómo van Jamenei y la Guardia Revolucionaria a explicar el enorme presupuesto militar? Sin los enemigos, ¿cómo van los líderes iraníes a distraer la atención de la acumulación de riqueza por parte de la élite, y de las grandes bolsas de pobreza que hay en Irán?
Sin el enemigo, ¿cómo podrían el general Qasem Soleimani y Jamenei explicar las intervenciones en Siria, Irak, el Líbano, el Yemen y Baréin? Sin esos enemigos, ¿a quién culparían los líderes iraníes de que más de la mitad de la población iraní sobreviva por debajo del límite de pobreza? Sin enemigo, ¿cómo podrían los líderes iraníes mantener el núcleo de sus principios revolucionarios y el carácter islámico del Estado?
Si no hay enemigo, ¿cómo desviarían la atención los líderes iraníes de las dificultades cotidianas a las que se enfrentan los iraníes? Sin esos enemigos, ¿de qué base social obtendría Jamenei su legitimidad? (…)