Hasta hace poco tiempo el nombre de Yarmuk evocaba tan sólo la gran batalla, una de las más importantes de la historia, que enfrentó a las tropas de Bizancio con las del califato musulmán a mediados de agosto del año 636. La derrota de Bizancio, agotado tras la larga lucha contra los persas, determinó la suerte de Oriente Medio.
Yarmuk, sin embargo, también es el nombre de un barrio de Damasco, y las imágenes de algunas de sus calles han pasado a simbolizar el horror de la guerra de Siria. En 1954 las autoridades sirias crearon el campamento de Yarmuk para los refugiados palestinos salidos de Israel. Situado en las afueras de Damasco, lo que era un campamento evolucionó y se convirtió en un barrio poblado por unas 250.000 personas, en su mayoría palestinos, pero también sirios y refugiados de Irak: comerciantes, pequeños empresarios, artesanos, maestros… y también la muy diversa serie de organizaciones políticas palestinas, todos bajo la autoridad del Gobierno sirio.
En el primer año de la guerra, la población de Yarmuk consiguió mantenerse al margen del conflicto. A diferencia de lo ocurrido con otras comunidades de antiguos palestinos refugiados, fue respetada por el régimen, que lo controlaba por medio del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG), un grupo terrorista fundada a finales de los sesenta, entonces de ideología marxista, escindido de la OLP en 1985. El equilibro se rompió el 14 de julio de 21012, cuando la población del barrio participó en el entierro de las víctimas del bombardeo por el régimen de un barrio vecino. En febrero del mismo año Ismaíl Haniye, líder de Hamás y primer ministro de Gaza, había anunciado la ruptura de su organización con el régimen de Damasco y el apoyo de su organización en favor del “pueblo sirio”.
A partir de ahí, Yarmuk pasó a convertirse en uno más de los escenarios de guerra, con la particularidad de que, como el régimen no conseguía hacerse con el barrio, optó por sitiarlo. Tras los bombardeos, la población se había reducido a entre 30.000 y 50.000 personas, las más pobres y las más débiles. Quedaron encerradas en el barrio a partir de enero de 2013. La situación empeoró en julio, cuando el régimen sirio prohibió que circularan personas o mercancías. Como Yarmuk es zona urbana, no hay posibilidad de cultivar nada, y se calcula que en enero de este año fallecieron unas cien personas de hambre y deshidratación.
A principios de febrero, las autoridades sirias y otro líder de Hamás, Jaled Meshal, acordaron que las milicias radicales sunníes se retirarían del campo y que los sirios no lo ocuparían, lo que posibilitó la apertura y la entrada de convoyes humanitarios.
En otros lugares de Siria no ha sido posible llegar a acuerdos que alivien la situación de la población civil, y cabe preguntarse por qué. El analista de Haaretz Zvi Bar’el ha expuesto que sólo analizando caso por caso es posible encontrar la respuesta a esta pregunta. En Siria operan, según James Clapper, jefe de la inteligencia norteamericana, unos 1.500 grupos armados y el conflicto ha atraído, siempre según Clapper, a unos 7.500 voluntarios extranjeros. Clapper, que ve posible una prolongación indefinida de guerra, ha constatado recientemente que el régimen sirio se ha reforzado tras los acuerdos sobre las armas químicas. Incluso dentro de las grandes alianzas estratégicas, como es la que une al régimen sirio y a Hezbolá (que considera que la guerra en Siria está encaminada a defender el Líbano), hay fricciones y, según informa el mismo Zvi Bar’el, las relaciones entre soldados sirios y milicianos no son precisamente buenas.
Así que la población local no tiene más remedio que acudir a los acuerdos locales. Es lo que han hecho los cristianos de la ciudad septentrional de Raqa, en tiempos residencia del gran Harún al Rashid. Han firmado un acuerdo con los representantes del EIIL (Estado Islámico de Irak y Levante), rama de Al Qaeda. Es un acuerdo que devuelve la ciudad a tiempos medievales, con la población cristiana convertida en población protegida (dhimmi), es decir tolerada bajo amenaza. El acuerdo ha sido rebatido por Al Nusra, otra milicia islamista (como EIIL) que, a diferencia de esta, está considerada la representante oficial de Al Qaeda en la zona.
La fragilidad de estos acuerdos queda demostrada por la reciente decisión de Al Nusra, que se ha negado a reconocer el pacto sobre Yarmuk y ha tomado los puntos de entrada a la zona. Desde primeros de mes el acceso al barrio está bloqueado otra vez.
El antiguo campamento de Yarmuk se ha convertido así en el escenario fatal de ese mosaico de guerras civiles y religiosas, dentro de otras guerras internacionales y religiosas, en que ha derivado una parte del mundo musulmán. Invita a mostrarse muy prudentes a la hora de hacer valoraciones acerca de la viabilidad de cualquier futuro Estado palestino. También debería convocar a todos los países y las organizaciones que participan en las negociaciones de Ginebra. Debería ser posible alcanzar un acuerdo que hiciera llegar la ayuda humanitaria suficiente para no dejar que la gente vuelva a morir de hambre y de sed.