Contextos

Egipto quiere tirar El Cairo a la basura

Por Michael J. Totten 

El Cairo.
"Es fácil entender por qué los gobernantes de la nación quieren recoger, marcharse y empezar otra vez. El Cairo se hundiría más todavía si eso pasara alguna vez, pero ¿qué les importa? Se han valido de una dictadura militar deshonesta para gobernar el país como si fuera una plantación de su propiedad"

Funcionarios egipcios quieren botar El Cairo como capital y construir una nueva en el desierto. No puedo culparles por ello. Esa gente tiene que vivir en El Cairo: con sus 18 millones de habitantes, es muy grande como para ir a trabajar a ella desde otras localidades; y es horrible.

Apenas puedo pensar en El Cairo sin recordar un pasaje de Viajes con una mandarina de Tim Mackintosh-Smith, un arabista británico que vive en el Yemen.  

A pocos visitantes les ha gustado El Cairo a primera vista. “¡Uf!”, exclamó un califa del siglo XVIII, “¡es la madre de las pestilencias!”. Más tarde, un geógrafo se preguntó cómo quiso nadie construir una ciudad “entre un río putrefacto y mefítico, el efluvio corrupto que causa enfermedades y pudre los alimentos, y unas montañas secas y estériles, desprovistas de vegetación”. La tierra rebosa ratas, escorpiones, pulgas e insectos y el aire es miasmático. En El Cairo Symon Semeon enterró a su compañero el hermano Hugo, que sucumbió a un ataque de disentería y fiebre “causado por un viento del norte”. Mi guía de viajes, compilada un siglo después de la visita de I.B., era inquietantemente sincera sobre los peligros de vivir en una ciudad con elevados niveles de polución, donde la luz y el aire rara vez penetran en los callejones. Su autor, Al Maqrizi, advierte: “El viajero que se aproxima a El Cairo ve ante sí un deprimente muro negro bajo un cielo cargado de polvo, ante lo que el alma se encoge y huye”.

Si. Así, ay, es El Cairo. Y ahora está peor que nunca. Hay partes del centro que parecen europeas por la noche sólo si las miras con los ojos entrecerrados, pero las décadas de decadencia y podredumbre son inconfundibles a la luz del día. La mayor parte de la ciudad construida en este tiempo está saturada de arquitectura basura de estilo comunista. La amenazante mole próxima a la Plaza Tahrir semeja un kafkiano Ministerio de la Burocracia.

Casi la mitad de los egipcios gana menos de dos dólares diarios, así que imagínese qué pinta y olor tienen sus barrios; pero incluso los barrios sofisticados como el de Zamalek son monótonos y deprimentes.

Así que es fácil entender por qué los gobernantes de la nación quieren recoger, marcharse y empezar otra vez. El Cairo se hundiría más todavía si eso pasara alguna vez, pero ¿qué les importa? Se han valido de una dictadura militar deshonesta para gobernar el país como si fuera una plantación de su propiedad.

Quieren construir una ciudad de 430 kilómetros cuadrados, suficientemente grande para dar cobijo a cinco millones de personas, en tan solo cinco o siete años. Sería costeada por ricos inversores del Golfo. Si van a construir eso en un país tan pobre, donde la gente apenas tiene dinero, probablemente se convertirá en un complejo gubernamental rodeado por una versión norteafricana de las escalofriantes ciudades fantasma chinas.

El Cairo es un desastre, pero al menos es teóricamente arreglable. Muchas ciudades del Este de Europa estuvieron en las mismas condiciones horribles durante la época comunista, pero las reformas políticas y económicas con el tiempo las han transformado en las joyas que eran antes de que el catastrófico ecuador del siglo XX arramblara con ellas.

Este tipo de cambio no es probable que se produzca en Egipto a corto plazo, así que por el momento la élite seguirá atrapada en el infierno urbano que es El Cairo o encallada en un chapucero escenario utópico en mitad de ninguna parte. Todo el mundo seguirá sufriendo allá donde esté.

© Versión original (inglés): World Affairs Journal
© Versión en español: elmed.io