Confieso que me sentí consternado cuando me enteré de que el primer ministro israelí se había disculpado con su homólogo turco por las acciones de su Gobierno durante el incidente del Mavi Marmara, pues creí que con ello se alimentaría el exagerado afán de grandeza y poder de Ankara.
Mi predicción se ha visto ampliamente confirmada.
El ayuntamiento de la capital turca hizo que en las calles de la ciudad se colgaran carteles que se regodean en la disculpa israelí. No son nada sutiles: muestran a un triste Netanyahu bajo un Erdogan de tamaño más grande y aire satisfecho, ambos separados por el Mavi Marmara. El texto se dirige a Erdogan:
Israel se disculpó ante Turquía. Querido primer ministro, le agradecemos que haya permitido que su país experimente este orgullo.
El propio Erdogan no sólo afirma que la disculpa ha modificado el equilibrio de poder en el conflicto árabe-israelí, sino que obliga a Jerusalén a colaborar con Ankara en sus trabajos diplomáticos con los palestinos. Así lo declaró ante el Parlamento turco:
El punto al que hemos llegado como resultado de nuestras consultas con todos nuestros hermanos en Palestina y en otros países aumenta nuestra responsabilidad en lo relacionado con la resolución de la cuestión palestina, y por tanto establece una nueva ecuación.
Erdogan sostiene también que Israel ha accedido a colaborar con Turquía en las conversaciones con los palestinos. Según el Hürriyet Daily News, el primer ministro turco dice que todos sus interlocutores regionales, “incluyendo a Jaled Mashal, de Hamás”, admiten que ha comenzado “una nueva era” en Oriente Medio, “lo que todos atribuyen a una victoria turca” en el caso Mavi Marmara.
No resulta menos notable la mezquina forma de rebajar al bando israelí por parte de Erdogan. Sigo citando al diario turco:
Erdogan dijo que su conversación con Netanyahu tuvo a Obama como testigo, pero que quería hablar primero con el presidente estadounidense porque echaba en falta su voz. “Hablé con él, revisamos el texto y confirmamos el procedimiento [de disculpa]. Por tanto, hemos completado este proceso bajo el testimonio de Obama”, afirmó Erdogan, que añadió que la conversación telefónica quedó registrada junto a declaraciones escritas de las tres partes.
Ryan Mauro resume la maniobra turca:
Erdogan pretende seguir siendo el centro de atención exigiendo a Jerusalén que pague un millón de dólares a cada una de las familias de las nueve víctimas, diez veces la cantidad ofrecida por Israel. No ha retirado aún sus cargos contra los generales israelíes implicados en el asalto, ni ha reestablecido completamente las relaciones diplomáticas entre ambos países. Además, ha anunciado que visitará la Franja de Gaza, controlada por Hamás: una paseo triunfal muy poco disimulado.
La maliciosa satisfacción turca ha sido tan evidente y desmedida que puede haber despertado un saludable sentido del realismo. Mientras el incidente del Mavi Marmara pendió sobre sus relaciones con Ankara, los israelíes y otros cuantos podían creer que una disculpa haría desaparecer mágicamente la última década. Podía persistir la ilusión de que los turcos, por muy poco razonables que fueran, podrían dejar de lado ese desagradable asunto y entonces las cosas volverían a ser como en los viejos y buenos tiempos.
Ahora que los israelíes se han humillado y Erdogan anda desbocado, algunos están empezando a darse cuenta de que esa disculpa sólo ha empeorado las cosas. Naftalí Bennett, el ministro israelí de Industria y Comercio, se ha expresado con contundencia:
Desde que la disculpa se hizo pública, parece que Erdogan está haciendo todo lo posible para que Israel se arrepienta de ello, mientras lleva a cabo una vitriólica campaña de promoción personal a costa de las relaciones turco-israelíes. Que no haya duda al respecto: ninguna nación le está haciendo un favor a Israel al renovar sus lazos con nosotros. También debería quedar claro para Erdogan que si nuestro país se encuentra en el futuro ante cualquier acción terrorista dirigida contra nosotros, nuestra respuesta no será menos severa.
Boaz Bismuth, del Israel Hayom, señala muy gráficamente:
No esperábamos que sólo unos días después de que Israel se disculpara Erdogan nos hiciera sentir que nos habíamos tragado un sapo junto a la matzá de este año.
Puede que, después de todo, la disculpa haya sido una buena cosa. Por un precio relativamente barato –unas cuantas palabras– los israelíes y otros cuantos más han conseguido comprender mejor la mentalidad de los líderes turcos. No es que sufran por su orgullo herido, sino que son ideólogos islamistas con un plan ambicioso. Si la desacertada disculpa hace que esto resulte evidente para más observadores, habrá valido la pena.
Daniel Pipes-Middle East Forum