El pueblo egipcio está estupefacto; simplemente, no entiende los esfuerzos de la Administración Obama para que los Hermanos Musulmanes vuelvan al poder.
En un esfuerzo por tratar de entender las políticas del Gobierno estadounidense, Amir Adib, un destacado comentarista egipcio, sostiene que Estados Unidos ayuda a los Hermanos Musulmanes a alcanzar el poder para convertir el país en un imán para los yihadistas. El objetivo, afirma Adib, es transformarlo en otra Siria o en otro Afganistán, y así desacreditar al islamismo como movimiento político viable.
Para los occidentales esto puede parecer una descabellada teoría de la conspiración, pero a los egipcios les sirve para explicarse por qué el Gobierno estadounidense apoya a una organización que ha declarado abiertamente la yihad contra Occidente; que está amenazando a Israel y a Etiopía con la guerra; que ha derribado decenas de iglesias históricas, incendiado hospitales y asesinado a cristianos en las calles. Los Hermanos Musulmanes no respetan el imperio de la ley, pero la Administración Obama trata a los militares egipcios que apartaron al grupo del poder como si fueran una amenaza para la propia democracia.
El hecho es que la Ijwan (el nombre en árabe de la organización de los Hermanos Musulmanes) tuvo unos comportamientos bastante antidemocráticos durante las elecciones que la llevaron al poder en 2012. Morsi mintió sobre sus antecedentes al decir a los votantes que había trabajado en la NASA, cuando no hizo semejante cosa. Prometió falsamente gastar 200.000 millones de dólares en un renacimiento egipcio, para decir, una vez elegido, que era sólo una idea. Sobornó a votantes con aceite, azúcar y medicamentos. El día de las elecciones, los Hermanos Musulmanes impidieron votar a miles de coptos amenazándolos con cometer actos violentos. Además, un dato poco conocido de los comicios es que muchos votantes se quejaron de haber recibido papeletas ya marcadas a favor de Morsi.
Los egipcios estaban dispuestos a pasar por alto estas irregularidades, con la esperanza de que Morsi trajera el orden y la estabilidad a su país. Esperaban que cumpliera su promesa de construir un Egipto moderno, crear empleos y elaborar un Gobierno y una Constitución no excluyentes. Esperaban que cumpliera su promesa de gastar 200.000 millones de dólares en reparar las infraestructuras como parte de un proyecto de renacimiento islámico.
En vez de eso, Morsi trabajó de forma sistemática para desmantelar las instituciones de un país con 7.000 años de antigüedad. Reunió a sus compinches para que hablaran abiertamente en la televisión nacional de desestabilizar Etiopía en una lucha por el uso del agua del Alto Nilo. También afirmó sin tapujos que estaba recreando el califato islámico. Indultó y puso en libertad a islamistas de la línea dura (entre ellos, a los asesinos de Anuar el Sadat) y les permitió formar un partido islámico, contrario a la Constitución, que prohíbe las formaciones religiosas. Cuando hablaba en público, Morsi tenía a los extremistas islámicos en primera fila, con lo que demostraba que esa gente formaba sus bases políticas.
Para reforzar el apoyo de dichas bases, liberó a miembros de Gamaa al Islamiya, fundada por el Jeque Ciego, Omar Abdelramán, autor del primer atentado contra el World Trade Center. Este grupo, considerado una organización terrorista por el Gobierno estadounidense, asesinó a más de sesenta turistas en Luxor en 1997. Eso no detuvo a Morsi a la hora de nombrar a uno de sus miembros gobernador de Luxor, pese a las protestas de los vecinos, que dependen del turismo para subsistir. Tampoco le impidió hacer ministro de Cultura a otro de los integrantes del grupo. Con tales decisiones, el presidente le dio el golpe de gracia a la industria turística.
Y si la gente ni siquiera quiere visitar Egipto, ¿cómo va a invertir en él?
Al parecer los Hermanos Musulmanes no desean turistas occidentales, pese a que éstos han sido una importante fuente de divisas durante décadas. Parece que el jeque Hazem Salah Abu Ismail, un islamista ultraconservador, miembro de la Hermandad, pidió a Morsi que no permitiera a los visitantes occidentales entrar en el país, y que los sustituyera por turistas procedentes de naciones islámicas.
La vida bajo el mandato de Morsi se volvió imposible. La escasez de alimentos, agua, electricidad y medicamentos se convirtió en la norma. Como respuesta, el mandatario apareció en televisión para pedir más tiempo, otros 10 o 15 años.
Pero mientras Morsi conducía el país a los fosos de la civilización, algunos de los pasajeros se rebelaron. Un movimiento de base popular llamado Tamarod (“Rebelión”) movilizó a más de 30 millones de personas, que tomaron las calles y pidieron la marcha del presidente y de su Gobierno radical. Su legítimo objetivo era arrebatar el timón a un grupo de locos que quería traer la hambruna a Egipto y llevarlo de vuelta a la Edad Media. Para evitar una guerra civil, el Ejército derrocó a Morsi e impuso un Gobierno interino, con el apoyo de la Universidad Al Azhar (la autoridad islámica más respetada por los suníes), del Partido El Nur (un grupo ultraconservador), de la Iglesia copta y de una serie de formaciones laicas.
Como era de prever, los Hermanos Musulmanes respondieron con amenazas y violencia, dirigida fundamentalmente contra los cristianos. Miembros de la organización dispararon en la calle a una niña cristiana de diez años, mientras volvía de misa. Decapitaron a un comerciante cristiano, dispararon contra un sacerdote en el Sinaí e hicieron marchar a monjas franciscanas por las calles como si fueran prisioneras de guerra. Incendiaron negocios, casas e iglesias de los cristianos, especialmente las históricas del Alto Egipto. Su objetivo era aterrorizarlos y borrar toda huella de un pasado cristiano. Al parecer, destruir sus esperanzas no era suficiente.
Los islamistas también asesinaron a miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía. Mohamed Beltagy, un miembro de los Hermanos Musulmanes, afirmó en una entrevista televisada que la violencia cesaría cuando Mohamed Morsi fuera repuesto como presidente.
Muchos egipcios se preguntan: ¿por qué Estados Unidos y Occidente insisten en apoyar a los Hermanos Musulmanes en nombre de la democracia? Era el mismo tipo de democracia (simplemente unas elecciones, que son sólo una pequeña parte del sistema) que llevó a Hitler al poder en Alemania, y a Hamás en la Franja de Gaza. Si esta última organización está ilegalizada en Occidente, ¿por qué no lo están los Hermanos Musulmanes?
Lo que muchos egipcios no comprenden es por qué la Administración estadounidense se pone de parte de las fuerzas opresoras de Egipto y las ayuda a convertirlo en un Estado fallido bajo la dirección de los Hermanos Musulmanes. Todo ello va en contra de los intereses norteamericanos.
En Oriente Medio, los pilares de la estabilidad son una economía, unas Fuerzas Armadas y una Policía fuertes. Egipto fue la primera nación árabe que eligió el camino de la paz con Israel. El país del Nilo es el sistema nervioso de los mundos árabe y musulmán. Estados Unidos tiene un poderoso interés en un Egipto estable, moderno y próspero. Sencillamente, no puede permitirse que se convierta en otra Somalia u otro Afganistán, controlado por su propia versión de los talibanes.