Contextos

¿Debería liberarse a Abdalá Öcalan?

Por Michael Rubin 

ocalan
"Resulta difícil sugerir que Hamás tiene legitimidad, pero que el PKK no la tiene. Al fin y al cabo, este último goza de de mayor apoyo popular entre los kurdos (no sólo en Turquía; también en Siria, y puede que en Irán) que el que el primero tiene entre los palestinos. Y, si bien ambos grupos han ejercido la violencia, el Movimiento de Resistencia Islámico sigue atacando a civiles, mientras que la organización kurda se limita, desde hace tiempo, a una insurgencia más tradicional""Parece que ahora Erdogan tiene que elegir: si es serio respecto al proceso de paz, entonces no le queda más remedio que liberar a Öcalan, por mucho que a bastantes turcos les disguste ver cómo el mundo acoge como a una especie de Mandela redivivo a alguien a quien ellos consideran un terrorista"

El 15 de febrero de 1999, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdalá Öcalan, fue capturado en Nairobi (Kenya) por un comando turco. Öcalan era un fugitivo desde que la presión internacional sobre Siria había obligado al dirigente del país, Hafez al Asad, a exigirle al líder kurdo que no siguiera considerando a Siria su hogar. Michael M. Gunter, un profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Tecnológica de Tennessee, y prolífico autor sobre la cuestión kurda, entrevistó al dirigente del PKK en su residencia de Damasco poco antes de que abandonara Siria.

Öcalan era la némesis por antonomasia de Turquía. Había iniciado y dirigido personalmente una insurrección en el país que había costado más de 30.000 vidas, la mayoría de ellas kurdas. No era el único líder kurdo de Turquía y, en los primeros años de actividad, no consintió disidencia alguna: al parecer atacó a grupos rivales de su misma etnia. El erudito sobre Turquía Soner Çagaptay, residente en Washington, resumió aquí la causa turca contra Öcalan y, por extensión, contra el PKK.

Dicho esto, mientras Öcalan dirigió el PKK no siempre se opuso a la paz. El presidente turco Turgut Özal y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán sentaron las bases para un verdadero avance en la resolución del conflicto, antes de que un ataque al corazón segara la vida del presidente turco hace apenas dos décadas.

Hace diez años consideré que el PKK era un grupo terrorista irredento. Turquía era un aliado fuerte y sólido de los estadounidenses, que nos tenía en consideración, y en general, creo que es importante que Estados Unidos apoye a sus aliados. Sin embargo, Turquía me hizo cambiar de opinión. La policía y las agencias de seguridad occidentales, así como Naciones Unidas, emplean ahora más de 250 definiciones de “terrorismo”. Pero la coherencia importa. En 2006, el Gobierno turco no sólo se acercó a Hamás, sino a su facción de Damasco, la más extremista de ese grupo responsable de secuestros, voladuras de autobuses y lanzamiento de cohetes. En años sucesivos, diplomáticos turcos -como Namik Tan, embajador en Estados Unidos-, sostuvieron que Hamás tenía legitimidad y debía tratarse con él. Resulta difícil sugerir que Hamás tiene legitimidad, pero que el PKK no la tiene. Al fin y al cabo, este último goza de de mayor apoyo popular entre los kurdos (no sólo en Turquía; también en Siria, y puede que en Irán) que el que el primero tiene entre los palestinos. Y, si bien ambos grupos han ejercido la violencia, el Movimiento de Resistencia Islámico sigue atacando a civiles, mientras que la organización kurda se limita, desde hace tiempo, a una insurgencia más tradicional.

Todo esto resulta irrelevante, claro está, ya que el mismo Gobierno turco ha entablado conversaciones de paz no sólo con el PKK, sino específicamente con Abdalá Öcalan, que actualmente se encuentra en prisión en la isla de Imrah, en el mar de Mármara. Independientemente de lo que se piense de Öcalan, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan lo convirtió en el hombre indispensable, y lo confirmó como el político kurdo más importante cuando lo eligió como interlocutor en el proceso de paz kurdo, por encima de cualquier otro político de esa etnia. Y por lo que respecta a la inclusión en las listas estadounidenses de terroristas, no está claro por qué el PKK debería ser considerado un grupo terrorista cuando el Departamento de Estado ha sacado de dichas listas a Muyahidín al Jalq, un grupo que, a diferencia del PKK, sí que ha atacado y asesinado a norteamericanos.

Hay muchas cosas del PKK que deberían preocupar a Estados Unidos, y, ciertamente, el culto a la personalidad en torno a Öcalan contrasta enormemente con parte del discurso reformista del partido. Al mismo tiempo, ese culto a la personalidad difiere poco del que existe en parte del Kurdistán iraquí hacia Masud Barzani, que es un aliado de Estados Unidos.

El proceso de paz de Erdogan se ha mantenido en buena medida, pero el alto el fuego del PKK no es lo más importante del proceso. Los kurdos, en última instancia, buscan algo más que una simbólica programación televisiva o cierto reconocimiento de su cultura, especialmente teniendo en cuenta que lo que persigue ahora Öcalan no es un Estado kurdo, sino más bien una confederación, cuya forma ha desarrollado en sus últimos escritos.

Öcalan está en la cárcel acusado de terrorismo. Pero si el Gobierno turco lo trata ahora como a un interlocutor para la paz, no está claro cómo podrá seguir el proceso de paz con él en la cárcel. La decisión es parecida a la que antaño debió afrontar Sudáfrica. Nelson Mandela, a quien ahora se recuerda como a un héroe pacifista, había abrazado el comunismo radical y su Congreso Nacional Africano había desarrollado actividades terroristas. Sin embargo, con el tiempo, Mandela evolucionó.

Parece que ahora Erdogan tiene que elegir: si es serio respecto al proceso de paz, entonces no le queda más remedio que liberar a Öcalan, por mucho que a bastantes turcos les disguste ver cómo el mundo acoge como a una especie de Mandela redivivo a alguien a quien ellos consideran un terrorista. Al mismo tiempo, mantener encerrado a Öcalan acaba en la práctica con el proceso de paz, si no es que lo invierte. La pelota está en el tejado de Turquía, y es una decisión que sólo ella puede tomar.

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