El asesinato de Samir Kuntar a comienzos de la semana pasada supuso una verdadera bofetada para Hezbolá e Irán, no porque Kuntar esté muerto, sino porque sus bases en el Líbano y el resto de la región ahora son conscientes de su complicada alianza con Rusia. La creciente vulnerabilidad iraní en Siria quedará patente gradualmente, y ello afectará a la confianza que aún puedan tener los chiíes de la región en Irán y Hezbolá.
Esta semana, los chiíes afrontan, sobre todo en el Líbano, la amarga realidad de que Rusia permitió que Israel asesinara a Kuntar. El discurso de Hasán Nasrala, líder de Hezbolá, tras el funeral de Kuntar fue más que patético. Habló del difunto tan sólo cuatro minutos antes de emprenderla durante más de 20 con los chiíes de Nigeria y las sanciones estadounidenses contra el Partido de Dios.
En realidad, lo que más preocupa a Nasrala son tres cuestiones:
En primer lugar, las sanciones de Estados Unidos a Hezbolá han aumentado recientemente. Algunos analistas económicos del Líbano afirman que el propósito de dichas sanciones es asegurar que la organización no reciba un dinero muy necesario una vez levantadas las sanciones contra Irán, y el líder de Hezbolá está preocupado. Sin dinero con el que pagar servicios sociales, a los combatientes y a sus familias, tanto su partido como él están condenados. La semana pasada varios periódicos y medios favorables a la organización filtraron noticias que llevaban implícita una clara amenaza a los bancos del Líbano.
En segundo lugar, Hezbolá se ve más paralizado que nunca debido a las nuevas y complejas alianzas relacionadas con Siria e Irak. Nasrala es consciente de que está descartada cualquier represalia contra Israel que pudiera iniciar una nueva guerra, pero es necesaria alguna clase de respuesta; tal vez una similar a la que se dio al asesinato de Yihad Mugniyeh el año pasado. Pero el acuerdo con Irán, además de la nueva alianza entre rusos e iraníes sobre Siria, y la vigente coordinación entre Rusia e Israel, de la que el asesinato de Kuntar supone un ejemplo, complican bastante cualquier represalia de Hezbolá.
La tercera cuestión es el papel de Rusia en Siria. Los dirigentes iraníes y los de Hezbolá saben que no se puede confiar en Moscú: su prioridad es salvar al régimen de Asad, no defender los intereses iraníes. En realidad, lo que Teherán pretende conseguir en Siria difiere sustancialmente de lo que busca Rusia, pero las bases que los apoyan no eran conscientes de esas discrepancias. La muerte de Kuntar ha revelado la dura realidad de la coordinación entre Rusia e Israel, y cuán seria es cuando se trata de atacar a los mandos y activos de Hezbolá. El partido no puede responder, y ahora sus bases son conscientes de este desagradable hecho.
Para estos partidarios, se supone que Irán está por encima de todo; la República Islámica no está en Siria para llegar a acuerdos relativos a su autoridad y control, y desde luego no se espera que acepte que un aliado se coordine con un enemigo.
El asesinato de Samir Kuntar ha revelado dos cosas a las bases chiíes: que en realidad Irán es débil y está llegando a compromisos en Siria y que la región ha avanzado respecto al conflicto árabe-israelí; ahora Hezbolá tiene otras prioridades.
Para Hezbolá lo más inquietante de esta coordinación militar entre Rusia e Israel es que permite a los israelíes sobrevolar Siria libremente, siempre y cuando se coordinen con los rusos. Además, Moscú conoce los detalles logísticos y militares de Hezbolá y de la Guardia Revolucionaria Iraní en Siria. Para el Partido de Dios resulta extremadamente preocupante que Rusia comparta esa información con Israel. Por su parte, Irán no se está beneficiando de la intervención rusa; más bien ve que está poniendo en peligro sus planes tanto militares como diplomáticos, lo que acabará por comprometer sus ambiciones regionales.
Por lo que respecta a Rusia, Irán, sus intereses y sus mandos militares pueden irse al infierno. Los rusos están en Siria por Rusia, no por Irán. Cuando iraníes y estadounidenses firmaron el acuerdo a principios de año, se lo vendieron a las bases como una victoria. “Llevamos a Estados Unidos a la mesa”, dijeron. “Aún tenemos nuestro programa nuclear”, afirmaron. “Jamás seremos aliados de América”. No fue fácil satisfacer a todo el mundo, pero al menos Irán no perdió en ese acuerdo. Sin embargo, con la intervención rusa en Siria sí está perdiendo territorio, control y perspectivas de futuro.
Va a ser muy difícil vender este acuerdo.
© Versión original (en inglés): NOW
© Versión en español: Revista El Medio