El pasado 9 de abril, el primer ministro francés, Manuel Valls, realizó un viaje oficial a Argelia. Al día siguiente se reunió con el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika. En la cuenta oficial de Twitter de Valls se publicó una foto del encuentro, donde se podía ver al presidente argelino con la mirada perdida y la boca entreabierta. Bouteflika sufrió en abril de 2013 un accidente cerebrovascular, del que fue tratado en Francia y que dejó dudas sobre su estado de salud. Algo que no fue obstáculo para que se presentara a las elecciones presidenciales de 2014, durante las que no hizo una sola aparición pública. Los medios oficiales argelinos usaban hasta hace poco imágenes de archivo del mandatario. Así que la publicación de la foto con Valls ha incrementado las especulaciones sobre la salud de Buteflika y su capacidad para gobernar, pero también los interrogantes sobre quién ejerce realmente el poder en Argelia.
Los movimientos en torno al poder comenzaron en el verano de 2015, cuando un extraño caso de intento de infiltración en la residencia del presidente llevó a varias destituciones en la Dirección de la Seguridad y la Protección Presidenciales, organismo adscrito al servicio secreto. A partir de ahí se produjo una sucesión de destituciones fulminantes en el aparato de seguridad del Estado y en las Fuerzas Armadas. La sucesión de altos mandos apartados de sus cargos en el corazón del poder argelino tuvo casi carácter de purga, y afectó tanto al comandante de una región militar como al responsable de la justicia militar.
A la destitución del director de la guardia presidencial, el general Yamel Kehal Medjdub, se añadió su juicio y condena en diciembre de 2015 por “divulgación de secretos”. Semanas antes había sido condenado por “desobedecer órdenes” y “destruir documentos” el general Abdelkader Ait Uarabi, jefe de la lucha antiterrorista hasta 2013. Pero sobre todo fue significativa la destitución del todopoderoso general Mohamed Mediène, tras 25 años al frente del servicio secreto argelino, el Departamento de Inteligencia y Seguridad. La larga permanencia del general Mediène en el puesto se atribuía a que sabía los secretos de la clase política del país mientras se mantenía en la sombra, ora luchando contra el yihadismo, ora amañando elecciones. En el momento de su destitución le cabía el peculiar honor de ser el jefe de un servicio secreto con más años en el cargo en todo el mundo.
Los anteriores movimientos sólo fueron el anticipo del terremoto político que sacudió las entrañas del poder el pasado enero. Un decreto presidencial del día 20 disolvía el Departamento de Inteligencia y Seguridad y lo sustituía por un nuevo organismo dependiente directamente del presidente. El recién creado Departamento de Servicios de Seguridad absorbió al anteriormente disuelto y supervisa a los órganos de inteligencia de la policía y la gendarmería. La justificación de la reforma es que mejorará la coordinación entre los diferentes cuerpos de seguridad. En la práctica significa que el servicio secreto argelino deja de ser un Estado dentro del Estado. Pero sobre todo concentra el control de los servicios de inteligencia en la figura del presidente Buteflika.
La duda que se plantea es, ¿realmente gobierna el presidente Buteflika? Una de las versiones que circulan en Argelia es que el poder lo ejerce en la sombra Saïd Buteflika, el hermano del presidente. Y que la purga llevada a cabo en 2015 supuso en la práctica un golpe de Estado blando llevado a cabo por la camarilla que rodea al presidente, ajeno a las decisiones que se toman y que firman en su nombre. Entre los días 24 y 29 de abril Buteflika viajó a Ginebra para acudir a un “chequeo rutinario”, lo que generó de nuevo rumores sobre su salud e interrogantes sobre qué sucedería en caso de que muera o quede incapacitado, ya que su mandato termina en 2019. La camarilla tendría ya su candidato en la figura Chakib Jelil, antiguo ministro de Energía y recién retornado al país.
La cuestión de fondo en la lucha por el poder, en un país rico en hidrocarburos y con un importante papel del Estado en la economía como es Argelia, es el reparto de prebendas, comisiones y negocios a la sombra del poder. Pero la caída de los precios internacionales de los hidrocarburos en el último año ha hecho visible la enorme dependencia de la economía de la exportaciones del sector energético. La economía argelina tiene problemas de fondo. Precisamente Argelia acumula de nuevo la suma de factores que llevaron a la crisis política de principios de los año 90: caída de los ingresos petroleros, falta de legitimidad política y una gran masa de población joven sin expectativas vitales. Queda por ver, entonces, si vivirá una transferencia del poder ordenada o si el juego de tronos reabre las fracturas internas.