Revista de Prensa

Arabia Saudí y el petróleo: objetivo, Irán

 

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"Mientras Teherán depende críticamente de los ingresos petroleros, Arabia Saudí tiene unas finanzas más que saneadas, y los gastos relativos a la seguridad de los próximos años ya prácticamente amortizados"

El descenso constante del precio del petróleo no está motivando restricciones en la producción de Arabia Saudí, uno de los principales productores mundiales. Esta aparente contradicción, que perjudica los ingresos del reino y sus socios en la OPEP, tiene en cambio una explicación geoestratégica: la lucha con Irán por el liderazgo del mundo islámico.

Mientras Teherán depende críticamente de los ingresos petroleros, Arabia Saudí tiene unas finanzas más que saneadas, y los gastos relativos a la seguridad de los próximos años ya prácticamente amortizados. Por tanto, todo hace indicar que los saudíes han decidido utilizar el precio del petróleo, que ya ha descendido un 35% en lo que va de año, para socavar al régimen de los ayatolás.

¿Cuánto tiempo podrán los saudíes mantener el juego? Siendo realistas, sólo unos pocos meses, pero si el precio del petróleo sigue cayendo tendrán que repensar su estrategia.

Sin embargo, el reino posee 741.000 millones de dólares en sus reservas de divisas, ha registrado un superávit al final del pasado año fiscal de 15.000 millones y puede absorber el coste del futuros déficits presupuestarios durante unos años si fuera necesario. Todo ello se ve favorecido por el hecho de que las recientes megacompras de armamento han sido completadas y los futuros gastos de defensa están proyectados a la baja en los próximos dos o tres años, lo que libera fondos para otras empresas.

Aunque Riad ha intentado fijar su autoridad en la región, lo que sin duda alguna provocará dolores de cabeza en Teherán y Moscú, el arma del petróleo no puede revertir algunos de los problemas más críticos a los que se enfrenta la zona.

El secretario Defensa estadounidense dimitió de su cargo el pasado 24 de noviembre, después de explicar abiertamente en una entrevista sus dudas sobre el acierto de la estrategia aprobada por el presidente Obama en Oriente Medio, principalmente en lo referido al conflicto sirio. Hagel cree que la decisión de preservar –al menos de momento– a Bashar al Asad en el poder está perjudicando la estrategia global de lucha contra el terrorismo yihadista. Su dimisión como jefe del Pentágono suscita la cuestión de si esta renuncia va a hacer variar o no la posición de la Casa Blanca.

La actual política estadounidense ha convencido a sus pretendidos socios de que su mayor interés –que siempre ha sido el derrocamiento de Asad y su régimen criminal– está subordinado a los intereses norteamericanos. Este mensaje, transmitido a través de las miles de salidas aéreas en Irak y Siria, ha recibido finalmente su respuesta por parte tanto de las facciones moderadas como de las radicales del bando rebelde. Los moderados, traicionados por la promesa de un apoyo bien pertrechado a su campaña contra Asad, han prometido combatir al régimen de Asad mientras responden a la embestida yihadista. Los yihadistas, unidos contra la campaña aérea de EEUU, atacan a sus aliados más estrechos sobre el terreno, dispuestos a derrotar los restos de la principal corriente opositora. Entre tanto, Washington evita significativamente discutir su estrategia ineficaz, mientras la oposición moderada sufre un doble asalto, por parte de los yihadistas y del régimen de Asad.

En este artículo de la revista Forbes, Richard Miniter pone de relieve los avances registrados en el país norteafricano. El PIB marroquí crece a un ritmo superior que el de la mayoría de los países de la región y las bolsas de pobreza se van reduciendo progresivamente. La liberalización de los mercados y los vastos programas de privatización han propiciado la inversión extranjera y una mejora general de los indicadores económicos.

Obama, sugiere, Miniter, debería utilizar a Marruecos como referencia para el mundo árabe, pero parece que va a cometer los mismos errores que Bush en el Este de Europa tras la caída del Muro de Berlín.

La Administración Bush creía que cualquier consejo podría ser visto como una interferencia y muchas de sus recomendaciones fueron inútiles. Cuando los reformistas querían prohibir a los antiguos funcionarios comunistas presentarse a las elecciones en las nuevas naciones, el Departamento de Estado les urgía encarecidamente a no caer en esa tentación. Como resultado, Bulgaria, Hungría e incluso Polonia estuvieron plagadas por una década de luchas políticas sin sentido con los defensores postcomunistas del antiguo régimen (un consejo similar respecto a los funcionarios baazistas también retrasaron los progresos en Irak). En el mundo real, la protección del liberalismo exige a veces medidas no liberales. Para ser aceptado como un partido legítimo, se deberían suscribir abiertamente los principios liberales: libertad de conciencia y de prensa, propiedad privada y libre intercambio en mercados abiertos. Esos valores han hecho a Occidente la región más rica de la Tierra y funcionan en cualquier lugar que han sido ensayados.

En Marruecos, la Administración Obama parece lista para repetir los errores de los años de Bush. Enviar a algunos profesionales y sentarse a esperar lo mejor. Después de todo, es su país.

Por el momento, el enfoque relajado no está funcionando. Es hora de que Obama se reúna con Mohamed VI. Esta cumbre enviaría una señal a los reformistas a lo largo y ancho del mundo árabe: no estáis solos. La religión es una gran fuente de moralidad, pero la mejor manera de luchar contra la pobreza es con mercados abiertos y crecimiento económico. Los partidos religiosos que buscan modernizar los países deben modernizar primero su propio pensamiento económico.

Si los reformistas árabes están buscando un modelo, podría decir Obama, en Mohamed VI tienen a uno. Sus resultados del programa “esperanza y cambio” deberían ser emulados.

Con este título, la BBC publica en su web en español un análisis sobre los últimos acontecimientos en Israel, que han llevado al primer ministro Netanyahu a destituir a dos de sus ministros más importantes y a decretar el adelanto de las elecciones, que tendrán lugar el próximo 17 de marzo.

Los tres principales problemas que han provocado esta situación de ingobernabilidad son la economía, la seguridad y, sobre todo, las tensiones internas en la coalición de Gobierno, que ha llevado a Netanyahu a utilizar la metáfora, bien descriptiva, del golpe de Estado interno.

En el evento televisado, el jefe de gobierno anunció su intención de disolver la Knesset (Parlamento) «lo antes posible» y de convocar elecciones anticipadas.

Con ello pretende terminar con una situación de «ingobernabilidad», según dijo.

Y mientras, la figura dominante de la política israelí en las dos últimas décadas mencionó entre líneas los problemas que le han puesto entre la espada y la pared.

Con una frase hizo referencia a dos de los retos que enfrenta su gobierno: la seguridad y la economía.

Pero sobre todo subrayó el tercero: las crecientes tensiones internas de la cada vez más deficiente coalición de gobierno que lidera.