Si la organización terrorista chií libanesa de obediencia iraní tiene una destacada presencia en América desde hace ya tiempo, ahora es el Estado Islámico el que ha puesto la mira en el Nuevo Continente, con lo que también allí pugnarán, según se desprende de este análisis publicado en el Jerusalem Post.
Explotando la pobreza y marginación de los pueblos indígenas, el Estado Islámico anunció una campaña “anticolonial” para islamizar, entre otros, a los taínos caribeños, los wayuu [radicados entre Venezuela y Ecuador], los guaraníes y las tribus amazónicas de Brasil.
Estas pretensiones exageradas son improbables, pero los mexicanos han comenzado a imitar el modelo sirio-iraquí de cooperación con los cárteles del contrabando.
[En] otro número de ‘Dabiq’ [la revista del Estado Islámico], del que ha dado cuenta ‘Breitbart’, [se] indica que el EI “podría adquirir un arma nuclear en Pakistán y pasarla de contrabando a Estados Unidos a través de México, usando las redes de traficantes existentes en Latinoamérica”.
Robert Farley especula en The National Interest con las consecuencias de que el Estado judío no hubiera desarrollado capacidades nucleares y las consecuencias que se habrían derivado en Oriente Medio, donde tres países musulmanes, al menos, han tratado de dotarse de armamento atómico.
Respecto a la proliferación [nuclear], al menos tres Estados del entorno de Israel han perseguido su propio programa desde los años 70 del siglo pasado. El interés iraní en las armas nucleares comenzó a mediados de los 70, y el proyecto ha ido avanzando a trompicones hasta la actualidad. La revolución, la guerra con Irak y el reciente acuerdo nuclear con EEUU han ralentizado su avance o lo han detenido. Por su parte, Irak persiguió su programa de armas nucleares en los años 80; brevemente interrumpido por el ataque israelí al reactor de Osirak, lo recuperado después con redoblado entusiasmo. El programa finalizó, a todos los efectos, con la guerra del Golfo de 1991. Los cazabombarderos israelíes eliminaron, por su parte, el naciente programa nuclear sirio en 2007.
Irán, Irak y Siria tenían cada uno buenas razones para intentar tener armas nucleares, aparte de la existencia de la disuasión israelí. No obstante la retórica, Irán e Irak eran el uno para el otro mayores amenazas que Israel. Siria, fronteriza con Israel y habiendo perdido territorio en 1967, se enfrentaba a una decisión más compleja. Sin embargo, la amenaza planteada por EEUU puede haber tenido un mayor impacto en la toma de decisiones siria que la tradicional amenaza de disuasión israelí. Por consiguiente, el programa nuclear israelí no ha llevado a la proliferación nuclear regional de manera significativa. Los Estados más ricos (Egipto, Turquía y Arabia Saudí) se han abstenido, mientras los proliferadores han desarrollado programas en gran medida por razones distintas a Israel.
El califato terrorista no deja de sufrir reveses militares y está siendo expulsado de territorios que antes controlaba. Pero su eliminación no va a solucionar los graves problemas de fondo de las zonas donde opera actualmente, sostiene Paul R. Pillar. Un ejemplo paradigmático sería el norte de Irak.
[Thomas] Friedman [analista del ‘New York Times’] cita al gobernador de la provincia de Kirkuk: “El problema en Irak no es el Estado Islámico. El Estado Islámico es el síntoma de la mala gestión y el sectarismo”. Sin cambios políticos y administrativos más profundos, “la situación en Irak puede incluso empeorar después” de la derrota del EI. Friedman explica, además, la razón: “Simplemente, no hay consenso aquí sobre cómo se compartirá el poder en las áreas suníes de las que se ha apoderado el EI. Así que si un día escucha que hemos eliminado al califa Abubaker al Bagdadi y arriado la bandera del EI en Mosul, contenga su aplauso”. Las aspiraciones contrarias de los kurdos y los árabes suníes son la mayor parte, pero no la única, de los conflictos sin resolver.
Abdulramán al Rashid defiende en Al Arabiya la intervención militar de la coalición suní liderada por Arabia Saudí en el conflicto yemení.
A juicio de este analista, la coalición ha conseguido en el Yemen en un solo año más que EEUU en Afganistán en década y media.
La guerra destruyó el sistema político rebelde de forma inmediata y evitó que la Guardia Revolucionaria de Irán, las fuerzas de Hezbolá y las milicias iraquíes entraran en el Yemen como lo han hecho en Irak y Siria.
La coalición impuso un bloqueo aéreo y naval. Los puertos yemeníes dependían de la eficacia de las inspecciones internacionales. El año pasado las fuerzas navales de EEUU, Francia y Australia evitaron la llegada al Yemen de barcos con armamento de Irán, pero permitieron la llegada de cargamentos de ayuda humanitaria.
La guerra era la única opción para evitar que la Guardia Revolucionaria y Hezbolá ocuparan el Yemen y convirtieran el conflicto en una guerra regional entre Arabia Saudí e Irán.