¿Se presentará Abdul Fatah al Sisi a presidente? Ésta es la pregunta más popular en las calles de Egipto, así como entre los analistas extranjeros que siguen los asuntos del país.
Cualquiera que estudie la escena egipcia descubrirá que Sisi afronta una crisis personal. Por una parte, presentarse a la presidencia abriría las puertas a los ataques de sus enemigos y a que éstos menoscabaran los acontecimientos del 30 de junio; podrían aprovechar la ocasión para difundir la idea de que hubo un golpe militar y de que Sisi no es más que otro general que trata de aplastar la naciente democracia. Por otra parte, las circunstancias presentes no sólo son adecuadas para que se presente, sino que gran número de sus partidarios exige que lo haga.
La escena política egipcia se divide en cuatro sectores: el Ejército, los islamistas, las fuerzas revolucionarias y el antiguo Estado.
Pese a un acuerdo parcial respecto a la promoción de Hamdin Sabahi, dados sus sorprendentes resultados en las últimas elecciones presidenciales, estos grupos no tienen un candidato destacado. Sabahi tampoco es hoy el mismo que en 2012. Sus posturas confusas, que a menudo son cambiantes y contradictorias, hizo que algunos perdieran la confianza en él. Además, a muchos egipcios, tanto en el país como en el extranjero, no les entusiasma precisamente su discurso naseriano, ni tampoco su conflicto ideológico con la izquierda o sus continuos ataques a las políticas estadounidenses. Teniendo en cuenta todos estos factores, Sabahi no es el candidato presidencial más fuerte, pero eso no elimina del todo sus posibilidades en la competición.
Está claro que el islamismo político recibió un duro golpe tras el 30 de junio, lo que hizo que el movimiento perdiera definición. Actualmente no hay nadie perteneciente a esta corriente que pueda competir en las elecciones presidenciales, sobre todo después de que el más destacado candidato islamista, Hazem Abu Ismail, fuera encarcelado, y de que disminuyera la popularidad de Abdel Moneim Abu Fatuh. La ausencia en la escena de los Hermanos Musulmanes y el acuerdo existente entre los salafistas de aceptar el rechazo popular al principio teocrático, hacen que hablar de un candidato islamista carezca de sentido, por lo menos de momento.
Las manifestaciones del 30 de junio fueron un cable de salvación para figuras de la era Mubarak, conocidas de forma colectiva como “el antiguo Estado”. De hecho, ese concepto va más allá de los personajes políticos, y abarca una red económica que se entrecruza con las autoridades gubernamentales. Este grupo de intereses aún no se ha decidido por un candidato: Ahmed Shafiq ya no es adecuado, debido a que fue el último primer ministro de Mubarak y a su historial militar. Además, está lanzando mensajes de que el 30 de junio fue un golpe contra el 25 de enero, y semejantes declaraciones son altamente impopulares.
Si estos grupos no apoyan a Sisi -en el caso de que se presente-, deberán buscar una cara nueva. Se dice que Mustafá Hegazy, asesor político del presidente, es un posible candidato. Como no se sabe que sea seguidor de movimiento alguno y carece de un historial político que pudiera provocar animosidades o enfrentamientos, bien podría ser una fachada.
La institución militar es el factor más importante de la ecuación. Presentar a Sisi como candidato presidencial sería muy bien recibido a nivel popular, ya que millones de personas lo apoyan, por odio a los Hermanos Musulmanes, por admiración ante la imagen de un héroe nacional, o por nostalgia de Nasser.
Pero la decisión de Sisi es complicada y está plagada de peligros, tanto a nivel interno como externo. No quiere dañar la imagen del 30 de junio, o presentarlo como un golpe militar, pero, al mismo tiempo, la escena está desprovista de buenas alternativas de tal forma que presentarse podría no ser una opción para él, sino una obligación. Si Sisi no se presenta, los militares podrían no tener candidato. Ahmed Shafiq es una baza perdida, y Sami Anan (antiguo jefe del Estado Mayor), es odiado por su participación en los errores y catástrofes del periodo de transición dirigido por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. En cuanto a Murad Muwafi (anterior jefe de Inteligencia), es relativamente desconocido, así que no está claro cómo podría promocionarse con éxito su campaña.
Quedan muchas preguntas por hacer en medio de este confuso escenario. Pero lo que parece más probable es que Sisi será candidato.