Contextos

¡Al Qaeda ha vuelto!

Por Clifford D. May 

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"No me gusta decir: 'Ya les advertí'. Bueno, ¿a quién pretendo tomar el pelo? ¡Por supuesto que me gusta! En este caso, con sobradas razones. Thomas Joscelyn y Bill Roggio, dos analistas de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), han sostenido con pruebas sólidas y argumentos consistentes que la muerte de Osama ben Laden en mayo de 2011 y la posterior eliminación de otros líderes de Al Qaeda no suponían en ningún caso el final de la organización""Joscelyn y Roggio sostienen una tesis que desafía las interpretaciones convencionales, a saber: que Al Qaeda mantiene relación desde hace tiempo con los gobernantes de Irán. Hace dos años el Gobierno de EEUU confirmó formalmente dicha hipótesis, aunque ahora muchos expertos en Irán niegan la existencia de estas conexiones: su argumento es que no es posible que los suníes de Al Qaeda y los chiíes de Irán puedan colaborar"

Según todos los informes, el ataque fue detalladamente planeado y ejecutado con precisión. Miembros de Al Qaeda, entre los que había terroristas suicidas, atacaron con armas ligeras y de asalto las prisiones iraquíes de Abu Ghraib y Taji para liberar a 400 prisioneros, algunos de ellos condenados a muerte. Los portavoces de Al Qaeda los definieron como “muyahidines”, guerreros sagrados que volverían a librar la yihad en los cambios de batalla del Medio Oriente y más allá.

Poco después pudimos ver titulares como éste: ”El regreso de Al Qaeda.

Pero ¿es que se había ido? Hagamos un poco de memoria y remontémonos hasta el verano pasado. En el prestigioso Aspen Security Forum, Peter Berger, analista de seguridad nacional de la CNN y director de la New America Foundation, dictó una conferencia titulada «Es hora de proclamar la victoria: Al Qaeda ha sido derrotada».

Thomas Lynch III, un teniente coronel retirado que trabajó en la Universidad Nacional de Defensa, se pronunció en numerosas ocasiones sobre la cuestión. Durante la campaña para la reelección de Obama insistió en los mismos extremos con aseveraciones como «La marea de la guerra está bajando» o, por ejemplo, «Osama ben Laden está muerto y la General Motors no». Mitt Romney apenas intentó rebatir estas tesis.

No me gusta decir: «Ya les advertí». Bueno, ¿a quién pretendo tomar el pelo? ¡Por supuesto que me gusta! En este caso, con sobradas razones. Thomas Joscelyn y Bill Roggio, dos analistas de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), han sostenido con pruebas sólidas y argumentos consistentes que la muerte de Osama ben Laden en mayo de 2011 y la posterior eliminación de otros líderes de Al Qaeda no suponían en ningún caso el final de la organización.

Lo que produjeron fue que Al Qaeda se adaptase, evolucionase y se transformase. Así las cosas, es fundamental estudiar estos cambios y valorar su importancia estratégica, tarea que difícilmente van a llevar a cabo quienes consideran que Al Qaeda está nadando con los peces.

El 18 de julio Joscelyn declaró ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y trató de dejar claro a los miembros del Congreso que Al Qaeda se había convertido en

una red terrorista internacional que actúa a escala global (…), que, a pesar de los contratiempos, pugna por territorios en el extranjero y que sigue constituyendo una amenaza para los intereses de EEUU, tanto dentro como fuera del país.

Los nudos de la extensa red de Al Qaeda son los grupos que prometen bayat –lealtad inquebrantable– al núcleo de la organización sin perder su autonomía operativa. Esto hace que sea más difícil monitorizarlos, introducirse en ellos, debilitarlos o erradicarlos. Hace nueve años Jonathan Schanzer, de la FDD, escribió un libro, titulado Los ejércitos de Al Qaeda, en el que predecía que este tipo de afiliados iba a constituir

el perímetro [de la organización] y los criaderos de los que saldrían los nuevos terroristas. De hecho, estos socios de Al Qaeda dentro y fuera del mundo árabe son la nueva generación de la amenaza terrorista global.

Desde que el verano pasado se cantó victoria, los grupos afiliados a Al Qaeda han matado a un embajador americano en Libia, izado su bandera en la embajada de EEUU en El Cairo, asumido el liderazgo de la rebelión contra Asad en Siria, luchado contra el Gobierno del Yemen, que cuenta con el respaldo de EEUU; han conquistado una buena parte de Mali (pero las tropas francesas los hicieron retroceder al desierto), masacrado cristianos en Nigeria (el año pasado, a más de 1.000); se han regenerado en Irak desde la salida de las tropas americanas, y matado, sólo en julio, a 700 personascontinúan invictos en Afganistán y Pakistán, preparados para tener más oportunidades cuando las tropas americanas se retiren; han atacado, hace unos días, a diplomáticos turcos en Somalia. En cuanto a los talibanes, aliados de Al Qaeda, atacaron el lunes pasado una cárcel en el noroeste de Pakistán y liberaron al menos a 200 presos.

Joscelyn y Roggio sostienen una tesis que desafía las interpretaciones convencionales, a saber: que Al Qaeda mantiene relación desde hace tiempo con los gobernantes de Irán. Hace dos años el Gobierno de EEUU confirmó formalmente dicha hipótesis, aunque ahora muchos expertos en Irán niegan la existencia de estas conexiones: su argumento es que no es posible que los suníes de Al Qaeda y los chiíes de Irán puedan colaborar.

Lo que estos expertos no comprenden es que los gobernantes de Irán y los líderes de Al Qaeda, a pesar de sus profundos desacuerdos teológicos y sus diferentes intereses estratégicos –de hecho, se están enfrentando en Siria–, tienen el común imperativo moral de la supremacía y la dominación islámicas. Comparten el objetivo de una revolución global que conduzca hacia la derrota y sumisión de quienes consideran no sólo inferiores, sino «enemigos de Dios». EEUU e Israel encabezan su lista.

Para los occidentales, es difícil tomar en serio esta visión del mundo: tiene que haber una explicación menos medieval. Pero este conflicto es muy profundo y complejo. Hasta que no se tenga claro esto, EEUU y sus aliados no podrán desarrollar una estrategia coherente de respuesta. De hecho, he aquí la razón por la que, 34 años después de la revolución iraní y 12 después del 11-S, todavía no la tenemos. Y a pesar de que Joscelyn y Roggio inciden en ello desde hace tiempo, son muchos en el Gobierno y en la comunidad internacional los que no lo puedes o no lo quieren entender.

Foundation for Defense of Democracies