Contextos

África: ¿la última frontera de Irán?

Por Michael Rubin 

Alí Jamenei, Líder Supremo de la República Islámica de Irán.
"En el mejor de los casos, Teherán estaría empleando ayuda y persuasión a cambio de favores diplomáticos; en el peor, hombres de la República Islámica estarían utilizando el Continente Negro como tapadera para otros objetivos militares o nucleares"

Irán y sus ambiciones nucleares siguen ocupando el centro de la atención diplomática de Estados Unidos. La primera entrevista televisada de Obama como presidente, en 2009, se centró en el acercamiento a Irán, y el deseo de aproximación entre ambos países sigue vigente durante su segundo mandato. Por ejemplo, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el pasado 2 de febrero, el vicepresidente Joe Biden ofreció establecer conversaciones bilaterales directas con Teherán. La preocupación política respecto al Estado asiático consume, asimismo, una parte desproporcionada de los recursos militares estadounidenses. Pese a que el número de portaaviones de la Armada se ha reducido a 10 –eran 12 en 2007–, el Pentágono sigue decidido a mantener una agrupación de combate con portaaviones en el Golfo Pérsico, en buena parte debido a Irán. Antes de la operación Escudo del Desierto (1990), Estados Unidos no tenía estacionado, generalmente, este tipo de naves en el Golfo.

La estrategia iraní, sin embargo, va más allá del enfoque occidental en su programa nuclear, sus actividades en Oriente Medio y, quizá, Latinoamérica. Los estrategas estadounidenses pueden considerar a Irán una potencia regional, pero en los últimos años representantes de la República Islámica la han denominado potencia extrarregional. Ven a su país como un Estado pivote capaz de influir no sólo en Oriente Medio y el Golfo Pérsico, también en el sur de Asia y en el Océano Índico. No obstante, puede que las aspiraciones diplomáticas de Teherán vayan mucho más allá: Irán parece considerar África como terreno fértil donde extender su influencia. Este acercamiento adopta diversas formas y está orientado a unos propósitos muy concretos de carácter diplomático y militar.

Mientras que los sucesivos Gobiernos europeos y estadounidenses han ignorado África, Teherán considera a muchos de los 54 países del continente como una presa diplomática fácil en un juego de suma cero por conseguir influencia. Comparados con los últimos presidentes de EEUU, que han realizado tres giras por países africanos entre 2003 y 2012, los de Irán viajan allí al menos una vez al año, mientras que varios de sus ministros lo hacen con mayor frecuencia aún.

En su último tour africano, en enero de este mismo año, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Alí Ajbar Salehi, visitó Benín, Ghana y Burkina Faso antes de concluir su viaje en Etiopía, donde asistió a la reunión anual de la Unión Africana. En un discurso pronunciado en Ghana el 7 de enero, declaró que África era una prioridad para su país. La retórica de Salehi no es hueca: su viaje supone la culminación de una campaña quinquenal.

Durante este tiempo, la estrategia diplomática iraní respecto a África ha sido triple: en primer lugar, Teherán se ha servido de las ayudas para cultivar relaciones con países con voto en importantes organismos internacionales; por ejemplo, como miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU o de la Junta de Gobernadores del OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica). Otros destinatarios de la generosidad iraní han sido Estados africanos con activa presencia en el Movimiento de Países No Alineados y en la Unión Africana. En segundo lugar, más allá del quid pro quo diplomático, los dirigentes iraníes parecen estar priorizando el acercamiento a aquellos países africanos que explotan o realizan prospecciones en yacimientos de uranio. Por último, los jerarcas de la República Islámica han tratado de consolidar relaciones que puedan aprovechar para conseguir acceso a bases estratégicas.

La búsqueda de apoyo diplomático

Tanto el Consejo de Seguridad de la ONU como el OIEA cuentan habitualmente con representación africana. A día de hoy, Togo y Ruanda son miembros no permanentes del primero; entre 2010 y 2011 lo fueron Gabón y Nigeria; Sudáfrica, en el periodo 2007-2008 y, de nuevo, en 2010-2011, con Uganda ocupando el puesto en el ínterin. Nigeria, Sudáfrica y Tanzania forman parte actualmente de la Junta de Gobernadores del OIEA, del que también han sido integrantes en los últimos años Níger y Kenia. Los países citados coinciden, en gran medida, con los más relevantes en el acercamiento de Irán a África.

La diplomacia iraní trata desde hace tiempo de estrechar lazos con Sudáfrica. La oposición de la República Islámica al apartheid sentó las bases para el estrecho vínculo establecido entre ambos países tras la reanudación de las relaciones diplomáticas, en 1994. El abastecimiento de petróleo iraní a Sudáfrica ha reforzado los intercambios económicos. Para Teherán, sin embargo, el comercio no es el único factor en su deseo de mantener el nexo con Pretoria. “Sudáfrica es un miembro fundamental del Movimiento de los Países No Alineados, un bloque de naciones en vías de desarrollo que se ha resistido a los intentos de obligar a que Irán detenga el enriquecimiento de uranio”, explicaba el diario oficial Tehran Times en un comentario.

Los intentos de Teherán por traducir su relación con Sudáfrica en apoyo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y en la junta de Gobernadores del OIEA han dado fruto. Pese al informe del OIEA de febrero de 2008 según el cual la República Islámica seguía enriqueciendo uranio, violando así su acuerdo de salvaguardia y dos resoluciones del Consejo de Seguridad, el Gobierno sudafricano se valió de su posición en el Consejo para oponerse a que se sancionara adicionalmente a Irán.

Sincera o no, la defensa de Irán está reportando beneficios a Sudáfrica. Mientras que la comunidad internacional trataba de limitar las ventas y, en consecuencia, los ingresos de la República Islámica, Sudáfrica se negó a colaborar en ello. En 2010 el crudo iraní constituía un 25% del petróleo consumido en Sudáfrica, adquirido en gran parte a precios rebajados. En fechas más recientes, el Estado africano frenó en el último minuto una resolución del OIEA en la que se criticaba la falta de cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad por parte de Irán. Las autoridades de Pretoria han resultado de utilidad a las de Teherán en otras cuestiones: el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha acusado a la compañía sudafricana de telefonía móvil MTN de ayudar a Irán a eludir la prohibición de importar tecnología estadounidense.

Sudáfrica no está sola. Después de que Togo anunciara su intención de conseguir un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, Irán intensificó su acercamiento a ese minúsculo Estado del África occidental. En septiembre de 2010 el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, se reunió con el ministro de Exteriores togolés, Elliott Ohin. Ahmadineyad declaró entonces:

Una amplia y profunda  cooperación entre Irán y África contribuirá en buena medida a la modificación de las relaciones internacionales y el equilibrio regional.

El entonces ministro de Asuntos Exteriores iraní, Manucher Motaki, devolvió la visita al mes siguiente. Catorce meses después, en enero de 2012, su sucesor, Alí Akbar Salehi, se reunió con Ohin en la 18ª cumbre de la Unión Africana, y prometió que la República Islámica ayudaría al desarrollo de Togo. De hecho, tras sucesivas visitas de la entonces secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, y de su homólogo iraní, la oposición togolesa fue muy explícita respecto a cómo ambas potencias trataban de cortejar a países a menudo ignorados por naciones mayores. Hizo hincapié en lo positivo del acercamiento iraní, aunque no fuera más que porque gracias a él países más grandes ya no considerarían a Togo como algo dado por hecho.

Una vez más, sin embargo, parece que la ayuda iraní exigía algo a cambio. Cuando las autoridades yemeníes acusaron a Irán de apoyar a los huzis (la minoría chií insurgente que lucha contra el Gobierno en el norte del Yemen), los iraníes negaron toda responsabilidad. El barco interceptado con armamento era, en realidad, togolés, explicaron las autoridades de Teherán.

El mismo patrón se repitió con Gabón. Poco tiempo antes de que ocupara un puesto en el Consejo de Seguridad, este país fue objeto de intensas atenciones por parte de Irán. En mayo de 2009, el ministro de Cultura gabonés visitó Teherán llevando consigo una larga lista de proyectos para que Irán los financiara o contribuyera a los mismos. Ese mismo mes, el ministro de Exteriores viajó a la capital iraní, donde firmó una serie de acuerdos para incrementar y facilitar los negocios. A comienzos de 2010 el presidente gabonés, Alí ben Bongo Ondimba, se reunió con Motaki al margen de la conferencia de la Unión Africana. El ministro iraní reiteró el deseo de su país de intensificar los lazos políticos y económicos con Gabón. Dos meses después, la nación africana se sirvió de su puesto en el Consejo de Seguridad para apoyar el programa nuclear iraní.

El papel de Nigeria en el Consejo y en el OIEA se ha traducido en un constante acercamiento iraní. Puede que el país sea rico en petróleo, pero posee una economía disfuncional que mantiene a muchos nigerianos en la pobreza, por lo que cualquier inversión extranjera que contribuya a crear puestos de trabajo es bienvenida. En vez de suministrar petróleo –la estrategia a la que Irán recurre en primer lugar con los países cuyo apoyo persigue–, Teherán ofreció fabricar automóviles en Nigeria, proporcionando así a los habitantes más pobres del país un trabajo en la cadena de montaje y brindando, quizá, una tapadera para los agentes iraníes que operasen en la región. Ingenieros iraníes ayudaron asimismo a incrementar la producción de la propia Nigeria, contribuyendo con su experiencia técnica a los intentos del país africano por explotar sus yacimientos submarinos de gas. En una visita posterior, Salehi hizo más apetecible el bote con promesas de reducciones arancelarias preferentes y de intensificación del comercio.

El Gobierno de Teherán no vaciló en sacar partido de su inversión en Nigeria. Sin embargo, como en los casos de Togo y Gabón, parece que su presencia también ha tenido un aspecto más siniestro. La incautación de cajas de armamento en el puerto de Lagos en 2010 puso al descubierto la estrategia iraní de servirse de sus socios africanos para sus fines estratégicos. El embajador de la República Islámica, convocado por el ministro de Exteriores de Nigeria después de que la aduana se incautara del cargamento de armas, explicó que éste iba destinado a Gabón como parte de un acuerdo anterior. Cuando el Gobierno nigeriano preguntó por qué, entonces, los iraníes habían etiquetado los contenedores como material de construcción, el embajador eludió la cuestión y culpó a la compañía naviera privada. Ese mismo año, el Departamento del Tesoro de EEUU emitió una advertencia respecto a la tendencia de las compañías marítimas iraníes –ya sometidas a sanciones–  a emplear documentos fraudulentos en sus operaciones.

La búsqueda de uranio

Otro factor subyacente a la campaña africana de Irán puede ser su programa nuclear. Los líderes iraníes han declarado que pretenden conseguir 16 reactores nucleares para producir energía con fines civiles. Si Irán construyera semejante red, agotaría sus limitadas reservas de uranio en el plazo de diez años. Sin considerar las intenciones del programa nuclear, dos cosas están claras: Teherán no está dispuesta a abandonar su carrera atómica, y tampoco tendrá nunca una verdadera seguridad energética. Su búsqueda de fuentes alternativas de uranio puede que lleve a Irán de nuevo hasta África.

Varios Estados africanos extraen uranio: Namibia y Níger son grandes exportadores; Malaui y Gabón explotan minas; Sudáfrica produce cierta cantidad del elemento como subproducto de la minería del oro, y siguen realizándose prospecciones en todo el continente. Hay depósitos de uranio en Togo, Guinea, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Uganda y Zimbabue. Irán trata de cultivar las relaciones con algunos de dichos países.

Así, en abril de 2010 Centrafrique-Presse Online, una página web de la República Centroafricana vinculada a Ange-Félix Patassé, presidente derrocado del país, sugería que el entonces ministro de Exteriores, Antoine Gambi, habría viajado a Teherán para negociar la compra de óxido de uranio (también conocido como torta amarilla) centroafricano. Si bien Patassé tiene motivos para lanzar sospechas sobre el hombre que le derribó con un golpe de estado, su especulación sobre la posible creación de una “red de tráfico de uranio entre Bangui, Caracas, Teherán y Pyongyang” puede crear preocupación.

Aunque teóricamente los controles internacionales evitan que los países africanos exporten uranio de forma no transparente, lo cierto es que las pobres infraestructuras y la corrupción hacen posible el comercio ilegal. Por ejemplo, en 2007 las autoridades congoleñas detuvieron a Fortunat Lumu, director del Centro de Energía Atómica, en el curso de una investigación sobre uranio desaparecido.

Si bien las visitas de representantes iraníes a Guinea eran relativamente escasas hace una década, Teherán se ha interesado más por Conakry desde que en 2007 se descubrieran en el país yacimientos de uranio apto para fines comerciales. En 2010 el ministro Motaki anunció un aumento del 140% en el comercio entre Irán y Guinea, la mayor parte del mismo debido a la minería. El reciente acercamiento iraní a Gambia, Malaui, Namibia y Uganda coincide también con el descubrimiento de uranio en esos países. Así, en enero de 2008 el presidente de Gambia, Yaya Yameh, anunció que se había encontrado dicho elemento en el país; Ahmadineyad, que había visitado Banjul en 2006 para una cumbre de la Unión Africana, regresó un año después del anuncio para proseguir las negociaciones con Yameh.

Uganda anunció su descubrimiento de uranio en 2004. Las relaciones comerciales entre ese país e Irán estuvieron paralizadas durante las presidencias de Alí Akbar Hachemi Rafsanyaní (1989-97) y Mohamed Jatamí (1997-2005), pero eso cambió en los años siguientes. Durante su visita a Teherán en 2009, el presidente ugandés Yoweri Museveni no sólo se reunió con su homólogo, sino con el ministro de Minería. El Daily Monitor de Kampala informó de que había “serios indicios de que ambos líderes habían discutido planes para explotar las reservas de uranio de Uganda, que, según el Sr. Museveni ha afirmado a menudo, sólo serían empleadas para producir energía”.

La búsqueda de una base

Un tercer objetivo del acercamiento iraní a África puede ser la intención de Teherán de establecer su propio collar de perlas; es decir, si no le resultara posible establecer bases de facto que le brindaran apoyo logístico y le permitieran aumentar su alcance naval, pretendería contar entonces con Estados pivote para avanzar en sus objetivos estratégicos e ideológicos (el mismo papel que desempeña Venezuela para Irán en Sudamérica).

En un principio, las autoridades iraníes establecieron relaciones con Senegal: no hay indicios de que ambos países discutieran abiertamente el establecimiento de bases formales, pero la República Islámica forjó con Dakar una relación mucho más estrecha que con otros Estados africanos. Abdulaye Wade, presidente de Senegal entre 2000 y 2012, se reunió en diversas ocasiones no sólo con Ahmadineyad, también con el Líder Supremo, Alí Jamenei. Los ministros de Exteriores y de Defensa del país africano también visitaron a sus homólogos iraníes. Altos dignatarios de Irán devolvieron las visitas.

Los dirigentes senegaleses parecían interesados en recoger los frutos del cortejo iraní. Tras la primera visita de Wade a Teherán, el periódico oficial del Gobierno declaró: “Energía, prospecciones petrolíferas, industria: Senegal se beneficia de las soluciones iraníes”. Después de la visita de vuelta, Wade anunció que Irán construiría en el país una refinería de petróleo, una factoría química y una planta de montaje de coches valorada en 80 millones de dólares. Al cabo de unas semanas Samuel Sarr, ministro de Energía senegalés, visitó Teherán y regresó con el compromiso de que los iraníes les suministrarían petróleo durante un año y comprarían una participación del 34% en la refinería senegalesa. Semejante ayuda no vendría sin nada a cambio. El 25 de noviembre de 2007, durante la tercera reunión de la comisión económica conjunta irano-senegalesa, Wade respaldó el programa nuclear iraní. La visita del senegalés a Irán al año siguiente sirvió de telón de fondo para que Jamenei declarara que fomentar la unidad entre naciones islámicas, como Senegal e Irán, podría debilitar a “las grandes potencias”, como Estados Unidos.

El 27 de enero de 2008, una semana después de que el ministro de Asuntos Exteriores de Senegal, Cheik Tidiane Gadio, anunciara que también visitaría Teherán, el ministro de Defensa, Bécaye Diop, se reunió con su homólogo iraní para discutir la ampliación de sus vínculos bilaterales en esa materia. Si bien el jefe de la Armada iraní, Habibolá Sayari, tiende a exagerar, Senegal podría haber hecho realidad –al menos simbólicamente– su compromiso de que Irán establecería su presencia en el Atlántico.

Sin embargo, las relaciones entre ambos países experimentaron un significativo retroceso en 2011, cuando las autoridades senegalesas acusaron a Irán de proporcionar armas de contrabando a los rebeldes de la inestable región de Casamance. De ser ciertas las acusaciones –Irán las rechazó enérgicamente y acusó a servicios extranjeros de fabricar pruebas al respecto–, puede que reflejaran una falta de coordinación entre diversos organismos de seguridad iraníes. En ocasiones el Ministerio de Inteligencia, la Fuerza Quds y el Ministerio de Asuntos Exteriores han llevado a cabo operaciones enfrentados entre sí y sin coordinarse con la política nacional. No obstante, la brecha en las relaciones fue solo temporal. El 7 de febrero de este año Teherán y Dakar reestablecieron sus lazos bilaterales, si bien no está claro en absoluto si bajo el mandato del sucesor de Wade, Macky Sall, Senegal va a seguir buscando con el mismo afán el abrazo de Irán .

Mientras sus relaciones con Senegal estuvieron suspendidas, el cortejo iraní a Sudán alcanzó nuevas cotas. La República Islámica está dispuesta a abrazar a cualquier Estado africano distanciado de Occidente. En eso se basaron, en el pasado, los vínculos entre Irán y el Zimbabue de Robert Mugabe, que en los últimos años también se ha convertido en productor de uranio). Parece que los dirigentes iraníes han considerado que Sudán también está listo para la cosecha.

Estados Unidos y los Gobiernos europeos han tratado de aislar a Jartum debido a su papel en el genocidio de Darfur; el 4 de marzo de 2009 la Corte Penal Internacional dictó auto de procesamiento contra el presidente sudanés, Omar al Bashir. Mientras la comunidad internacional endurecía las sanciones contra Jartum, Ahmadineyad se acercaba a Bashir visitando el país antes y después de su acusación. El ministro de Defensa iraní estuvo en la capital sudanesa, donde declaró que el Estado africano era la “piedra angular” de la política africana de la República Islámica.

Así, desde que el régimen sirio se tambalea –el único aliado leal de Irán desde 1979–, Teherán ha intensificado la cooperación militar con Sudán. A finales de 2012 buques de la Armada iraní atracaron en Port Sudan, en el Mar Rojo, en dos ocasiones. Si bien las autoridades sudanesas han negado la existencia de cualquier alianza militar entre ambos países, está muy extendida la suposición de que Israel habría efectuado un ataque aéreo contra Sudán para neutralizar armamento iraní.

Teherán también ha desmentido los rumores que hablan de que ha establecido bases en Eritrea, país ribereño del Mar Rojo que ha respaldado el programa nuclear iraní y cuya relación con Occidente es cada vez más tensa debido a su creciente violación de los derechos humanos (Eritrea es el único país por detrás de Corea del Norte en libertad de prensa, según Reporteros Sin Fronteras). Irán alega que su presencia en aguas de la zona forma parte de sus operaciones en contra de la piratería, pero los responsables iraníes tienden a exagerar dichas operaciones.

Conclusión

Si bien las suposiciones no prueban las intenciones de Irán, parece existir una decidida aproximación del país a África. En el mejor de los casos, Teherán estaría empleando ayuda y persuasión a cambio de favores diplomáticos; en el peor, hombres de la República Islámica estarían utilizando el Continente Negro como tapadera para otros objetivos militares o nucleares. Sea como fuere, Teherán ha demostrado que lo de considerarla potencia extrarregional ya no es exageración retórica, y que supone un creciente desafío para los objetivos estadounidenses en África.

American Entreprise Institute