El autócrata islamista dice que su país ha sido siempre un modelo de tolerancia.
«¡Jerusalén es una línea roja para los musulmanes!».
El Islam sigue sin resolver su conflicto con la modernidad.
El conflicto árabe-israelí no tiene que ver con los asentamientos, los puestos de control o la valla de seguridad.
«Las palabras que se pronuncian aquí, en Nueva York, no alimentan, visten o educan a un solo niño palestino».
«Imaginemos otro futuro, en el que Israel alcanza el reconocimiento de los 57 países árabes y musulmanes».
Los últimos veinte años han modificado radicalmente el panorama regional.
Jerusalén no debe arredrarse y desaprovechar una oportunidad histórica.
El Estado judío ha venido a poner fin a un ominoso ciclo de odio, opresión y exterminio.