Al menos por unos meses, tendrá que tragarse sus bravatas.
Las municipales de Estambul han dado cuenta de la robusta oposición popular a las prácticas autoritarias del presidente.
El déficit democrático turco ha crecido demasiado como para hacerlo compatible con la cultura democrática europea.
Occidente debe aplicar una política de tolerancia cero hacia Ankara.
Con el referéndum de abril de 2017, los turcos decidieron renunciar a su democracia. Ahora, sólo un año después, quizá decidan recuperarla.
Justo después de la intentona, Erdogan dijo que había sido “un regalo de Dios”. Desde entonces, la ha utilizado para diezmar a sus adversarios.
El presidente islamista considera una «traición» la propuesta Partido Democrático del Pueblo (HDP).
El silencio de Occidente ante las relaciones Ankara-Estado Islámico es desconcertante y decepcionante.
Las ambiciones erdoganitas de una presidencia ejecutiva islamista todopoderosa y autoritaria han ido a parar al vertedero político.