Los líderes de la comunidad árabe israelí son una auténtica maldición… para su propia comunidad.
Washington y Jerusalén comparten los mismos intereses estratégicos y los mismos valores democráticos liberales.
Una vez más, tratan de negar a Israel justo lo que ellos pretenden que se les sirva en bandeja de plata.
El Líbano ya no es un «refugio terrorista». Es algo peor.
La democracia israelí no está en riesgo.
De nuevo, Israel y la indignación selectiva parecen ir juntos como la tostada y la mermelada.
Ha llegado la hora, llegó de hecho hace mucho tiempo, de poner fin a la siniestra farsa de los ‘refugiados’ palestinos.
El antisemitismo, la más vieja de las intolerancias, persistirá siempre que parezca quedar justificada por apologetas como Roderick Balfour.
En el Estado de los judíos afrontamos desde hace tiempo problemas que ahora son globales.
Que Israel se defina como quiera, pero que lo haga bien.